Una visión para discipulado misionero: atraer-formar-enviar

Oración Lectio Divina (Opcional)
  1. Lee Juan 1,35-42.
  2. Medita las palabras.
  3. Háblale a Cristo sobre este pasaje.
  4. Descansa y escucha en la presencia de Dios.
  5. Comparte con otros.
Primera Parte: Atraer-Formar-Enviar

Nota: Este artículo está dividido en dos partes: Atraer-Formar-Enviar y Los Tres Hábitos de los Discípulos Misioneros. Estos artículos están hechos para dividirse en dos (o más) conversaciones.

Aprincipios del siglo XVI, dos estudiantes universitarios, Pedro y Francisco, vivían juntos en la Universidad de París.

La universidad estaba llena de todo tipo de vicios: peleas, borracheras e inmoralidad sexual, tanto entre los estudiantes como entre sus profesores. Pedro y Francisco más por miedo que por piedad se mantuvieron fuera de estos problemas. Francisco esperaba usar su nobleza para vivir un estilo de vida elegante, lujoso y cómodo. Pedro, sin embargo, no podía decidir qué quería hacer. A veces quería casarse y ser abogado, maestro o médico; otras veces, quería convertirse en un simple sacerdote o monje.

Durante tres años, Francisco y Pedro continuaron siendo compañeros de cuarto, hasta que un día, sus vidas cambiaron por completo. Un hombre de treinta y seis años llamado Ignacio se convirtió en su nuevo compañero de cuarto. Ignacio ya había vivido una vida llena de historias. Comenzó su joven carrera en busca de fama y fortunas mundanas a través de la conquista militar; sin embargo, un disparo con una bala de cañón en la pierna lo dejó postrado en cama durante meses. Con nada más que tiempo en sus manos, Ignacio recurrió a los únicos libros disponibles para él en esos momentos: la Biblia y un libro sobre la vida de los santos. El leer estos libros lo llevó a una experiencia de conversión, e Ignacio decidió dedicar su vida por completo al servicio de Dios.

Pedro, como muchos otros estudiantes, fue rápidamente conmovido por Ignacio y pronto compartió su deseo de ganar almas para Jesucristo. Se convirtió en seguidor del estilo de vida de Ignacio y deseaba unirse a su orden. Francisco, por otro lado, se burlaba de Ignacio y Pedro.

Durante tres años, Ignacio acompañó a Francisco. Mostró un profundo interés en todo lo que él hacía. Ignacio asistió a las clases de Francisco, le consiguió estudiantes a para que les enseñara e incluso le dio dinero. Puedes imaginar todo el tiempo que pasaron juntos como compañeros de cuarto: estudiando para las clases, compartiendo comidas, hablando hasta altas horas de la noche y paseando por la ciudad. Y, sin embargo, Francisco todavía se resistía a las invitaciones de Ignacio para que profundizara en su fe.

En algún punto, Pedro dejó la universidad para irse de vacaciones, dejando a Francisco e Ignacio juntos. Cuando Pedro regresó, su compañero de cuarto de seis años había cambiado. Francisco finalmente había prestado atención a la pregunta de Ignacio: “¿De qué le sirve a uno si ha ganado el mundo entero, pero se ha destruido a sí mismo?” (cf. Mc 8,36).

Pronto, los tres amigos cofundaron una nueva orden: la Compañía de Jesús, también conocida como los Jesuitas. Ignacio, a quien conocemos ahora como San Ignacio de Loyola, sirvió como superior general. Pedro, ahora conocido como San Pedro Fabro, pasó a evangelizar en Alemania, España y Portugal. Y Francisco, más conocido hoy como San Francisco Javier, fue enviado a la India como misionero. Bautizó a cientos de miles en Asia y fue, según la mayoría de los relatos, la mayor fuerza misionera singular desde San Pablo.

Reflexiona: ¿Qué te llama la atención sobre la forma en que Ignacio evangelizó a Pedro y a Francisco? ¿Qué nos enseña esta historia acerca de la evangelización?

EL MÉTODO QUE EL MAESTRO NOS ENSEÑÓ: ATRAER-FORMAR-ENVIAR

En San Ignacio, podemos ver un gran ejemplo del discipulado misionero. Francisco se transformó, pasó de ser un hombre mundano a un santo de otro mundo. Pero ¿cómo podemos tú y yo lograr esto mismo? ¿Cómo podemos ayudar a formar a otros para que conozcan a Jesucristo y a compartirlo con el mundo?

La Iglesia identifica tres fases generales en el proceso de la jornada de una persona como discípulo misionero, a las que les llamamos Atraer, Formar y Enviar. Estas fases están separadas por dos momentos clave: decir sí a Jesús y al Evangelio, y aceptar el llamado a la Misión. Mientras buscamos formar discípulos misioneros, cada una de estas fases tiene sus propias metas y objetivos. Veamos estas fases clave y aprendamos cómo podemos acompañar a otros a convertirse en discípulos misioneros.

Nota: En lo que lees esta sección, consulta la tabla de Oración y Acompañamiento en la página anterior, que proporciona una representación visual de este camino del discipulado misionero. Hablaremos de esta herramienta en varios artículos a lo largo de esta sección de artículos “Enviar” como una herramienta para interceder por los demás y caminar con ellos en la misión.

Atraer

El primer paso para formar discípulos misioneros es llevar a las personas a una conversión, a un encuentro con Jesucristo que cambie su vida. — uno en el que se alejen del pecado, entreguen sus vidas a Jesús y lo sigan como sus discípulos. Muchas personas pueden saber acerca de Jesús y la fe católica, pero un discípulo es alguien que personalmente conoce a Jesús en el sentido bíblico y de la alianza de tener una amistad cercana y duradera con Él. Jesús no sólo nos está compartiendo sus enseñanzas; está proponiendo una forma completamente nueva de vivir: vivir como Él y vivir con Él como el centro de nuestras vidas.

En esta etapa, presentamos a la gente la persona de Jesucristo y su mensaje salvífico del Evangelio (ver artículos 1.0 – 1.1). Hacemos esto principalmente a través de nuestro testimonio. En palabras del Papa San Pablo VI, “El Evangelio debe ser anunciado ante todo con el testimonio”(1). Nuestra oración, nuestro ejemplo de vida, nuestra amistad genuina con la persona que estamos formando contribuyen para acercar las almas a Cristo. Más importante que cualquier programa, recurso o estudio de formación en la fe es el testimonio vivo de los cristianos fieles.

Y era tal nuestra preocupación por ustedes, que estábamos dispuestos a darles, no sólo el Evangelio, sino también nuestra propia vida, tan queridos habían llegado a ser para nosotros.

1 Tesalonicenses 2,8

El Evangelio

Pero nuestro testimonio vivo no es suficiente. Después de habernos acercado y establecido una relación de confianza con las personas con las que caminemos, queremos compartir el Evangelio con nuestras propias palabras (ver artículo 2.0). Según Pablo VI, “No hay verdadera evangelización si no se proclama el nombre, la enseñanza, la vida, las promesas, el reino y el misterio de Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios”(2). Esta proclamación puede llevarse a cabo de varias formas diferentes. Sin embargo, hemos encontrado que una presentación del Evangelio mismo y una invitación explícita a decir “Sí” a Jesús es una de las más efectivas.

La aceptación del Evangelio es un momento crucial. Jesús mismo dice: “Y esta es la vida eterna: conocerte a ti, único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesús, el Cristo” (Juan 17, 3). A veces queremos enseñar a los demás todo tipo de verdades maravillosas sobre la Fe, pero cuando esas verdades no van precedidas de una conversión interior, de un verdadero compromiso con Cristo, muchas veces no logran penetrarse profundamente en el corazón de quienes las escuchan. Por lo tanto, es esencial que invitemos a otros a entregarse a Jesús y permitirle reinar sobre sus vidas. Una vez que alguien acepta personalmente el Evangelio, podemos avanzar en nuestros esfuerzos de proclamar a Cristo en la evangelización (lo que llamamos la fase de “Atraer”) a ayudarlos a cultivar una vida que profundice la adhesión a Cristo (lo que llamamos la fase de “formar”).(3)

Formar

Una vez que alguien ha entregado su vida a Cristo, es crucial que lo formemos en la fe. Dentro de FOCUS (Fellowship of Catholic University Students), una forma de hacer esto es invitando a la persona a reunirse ocasionalmente, ya sea individualmente o en grupos, para una formación continua en la fe. Esta formación tiene como objetivo dar a los discípulos de Jesús un “aprendizaje en la vida cristiana”,(4) una forma específica de comenzar a vivir su compromiso con Cristo. También nos permite seguir avanzando con ellos en el camino del discipulado misionero.

En palabras de Pablo VI,

El anuncio sólo alcanza su pleno desarrollo cuando es escuchado, aceptado y asimilado, y suscita en quien así lo ha recibido una adhesión genuina a las verdades que el Señor en su misericordia ha revelado; más aún, una adhesión a un programa de vida, una vida en adelante transformada.(5)

Esta forma de vida se puede resumir en los cuatro hábitos clave del discípulo que se encuentran en los inicios del cristianismo: la oración, la comunión, la vida sacramental y la formación en las enseñanzas de Cristo (cf. Hch 2, 42) (ver artículos 3.0 – 3.5). Cultivar estos cuatro hábitos de un discípulo ayuda a las personas a profundizar su amistad con Cristo. A través de estas prácticas, los discípulos comienzan a pensar más con la mentalidad de Cristo y toman el carácter de Cristo como propio. El objetivo es que se vuelvan cada vez más como Jesús.

Pero no solo hablamos de estas cosas. También modelamos la vida cristiana para ellos, acompañándolos a vivir estas prácticas básicas: orar con ellos, frecuentar los sacramentos con ellos, servir a los pobres con ellos y, con el tiempo, darles mayores oportunidades para que practiquen liderar a otros en estas áreas ellos mismos.

FIDCE y el llamado a la Misión

A medida que formamos a otros en la práctica de la fe, es importante que también los llevemos a abrazar la misión de Cristo: “Es impensable que una persona acepte la Palabra y se entregue al reino sin convertirse en una persona que da testimonio de ella y la proclama a su vez.”(6) El Gran Llamado a la Misión es una invitación explícita a participar en la misión evangelizadora de la Iglesia.

Si bien todos los cristianos están llamados a convertirse en discípulos misioneros, aquellos que ya son fieles a Cristo y a la Iglesia, disponibles con su tiempo, contagiosos en su fe y enseñables en su corazón están listos para responder al llamado a la misión de la manera más sincera y eficaz. Estas cuatro cualidades se pueden resumir con el acrónimo FIDCE. Veamos cada uno:

  • Fiel — Un discípulo misionero debe ser primero un discípulo fiel, alguien que vive fervientemente la amistad con Jesucristo, viviendo las cuatro prácticas de un discípulo descritas en Hechos 2,42 (oración, compañerismo, los sacramentos y la enseñanza de los apóstoles), y buscando profundizar su intimidad con Cristo. También son fieles a Jesús en la autoridad moral, viven sin reproche, lo que surge de la voluntad de pedir más de sí mismos que de los demás, especialmente en términos de castidad, sobriedad y excelencia (los “3 grandes”). Y son fieles a la Iglesia Católica y creen en todas sus enseñanzas.
  • Disponible — Deben estar dispuestos a hacer tiempo para reunirse contigo y hacer tiempo para entregarse a las personas que están dirigiendo. Están dispuestos a hacer tiempo en su agenda para Cristo y la misión para compartirlo con los demás. Estar disponible no significa que no estén ocupados. Simplemente significa que están tan fuertemente comprometidos con Cristo que hacen de Él y de su misión una prioridad en sus vidas.
  • Contagiosos — Irradian el gozo del Evangelio — incluyendo los frutos del espíritu (paz, alegría, bondad, mansedumbre, etc.) que atraen a otros a Cristo (Gálatas 5, 22–23). También poseen la formación humana básica necesaria para liderar e inspirar a otros. Esto no significa que tengan que ser extrovertidos, populares o “cool”. Simplemente, la forma en que viven su vida hace atractiva la vida cristiana. Están dispuestos a salir de sí mismos y atraer a otros.
  • Enseñable — Un discípulo misionero está dispuesto a aprender de los demás, incluidos tu y otros líderes en el ministerio, el párroco y el personal de la parroquia. Humildemente reconocen que no saben todo y están dispuestos a crecer y recibir capacitación o corrección.
Estas son cuatro características clave que debemos buscar en los líderes: las personas a las que presentamos el Gran Llamado a la Misión para evangelizar al mundo como discípulos misioneros (ver artículos 4.0 – 4.1).

Ya que hayamos discernido si una persona es FIDCE, es momento de compartir el llamado a la misión. Esta es una invitación explícita a participar intencionalmente en la misión evangelizadora de la Iglesia. A menudo, las personas no comprenden la gran necesidad de la evangelización a menos que alguien se las explique. La Gran Encomienda a la Misión les permite expresar claramente tanto la importancia de la misión como el papel que cada uno de nosotros puede desempeñar para llevar almas a Cristo y formarlas para que hagan lo mismo por los demás.

Enviar

Una vez que alguien ha aceptado el Gran Llamado a la Misión, pasamos a lo que llamamos la fase de “Enviar”. Un discípulo misionero exitoso no es alguien que simplemente forma a otros en la fe. De hecho, no hemos tenido éxito en la formación de discípulos misioneros hasta que las personas a las que servimos comiencen a evangelizar y formar sus propios discípulos misioneros que salgan y evangelicen a otros. Sólo entonces comienza a despegar verdaderamente el “Caminito de la Evangelización”.

Para hacer esto, necesitamos formar discípulos cristianos en la misión. Pablo VI escribe: “Se necesita una preparación seria para todos los trabajadores de la evangelización”.(7) ya hemos visto cómo los santos, como San Ignacio en la historia anterior, no sólo transmitieron buenas enseñanzas cristianas a sus discípulos. También los enviaron a buscar otras personas de confianza para entrenarlos a hacer lo mismo por los demás (2 Timoteo 2,2) — en otras palabras, San Ignacio entrenó a sus discípulos para levantar sus propios discípulos misioneros. Los artículos en la sección “Enviar” de este libro pueden ayudarte en el trabajo de enviar a otros en la misión del discipulado misionero (ver artículos 5.0 – 6.4).

Una nota final: es importante tener en cuenta que estas etapas se complementan entre sí: una etapa no termina por completo cuando comienza otra. Debemos continuar atrayendo corazones para un amor cada vez más profundo por Cristo mientras los formamos en la Fe, y debemos continuar ganando y formando mientras los enviamos a la misión. Todos necesitamos reflexionar sobre el Evangelio y el llamado a la evangelización repetidamente a lo largo de nuestras vidas para poder abrazarlos con más profundidad a medida que crecemos como discípulos misioneros.

Reflexiona: ¿Estás preparado para atraer, formar y enviar a otros? ¿Quién en tu vida necesita que lo inviten, lo formen y lo envíen? ¿Estás dispuesto a hacer los sacrificios necesarios para ayudar a otros a crecer?

Primera Segunda: Los Tres Hábitos de los Discípulos Misioneros

Nota: Este artículo está dividido en dos partes: Atraer-Formar-Enviar y Los Tres Hábitos de los Discípulos Misioneros. Estos artículos están hechos para dividirse en dos (o más) conversaciones.

LOS TRES HÁBITOS DE UN DISCÍPULO MISIONERO

Si vamos a vivir con eficacia este modelo de Atraer-Formar-Enviar, necesitamos ser personas totalmente transformadas por Cristo, personas comprometidas a amarlo con todo el corazón, amar a los demás y vivir su misión en el mundo. A lo largo de los años en FOCUS, hemos encontrado tres hábitos claves de un discípulo misionero que parecen ser los más importantes para ayudarnos a convertirnos en el tipo de personas que pueden atraer y formar a otros discípulos misioneros: intimidad divina, amistad auténtica y claridad y convicción sobre Caminito de Evangelización.

Intimidad Divina

Al igual que San Ignacio en la historia anterior, nosotros, los discípulos misioneros, debemos tener como objetivo principal cultivar una amistad profunda y personal con Jesucristo. La evangelización es ante todo obra de Dios, y seremos fructíferos en la misión de compartir el Evangelio sólo en la medida en que nosotros mismos estemos en profunda unión con Él. El Evangelio nos dice: “Pero sin mí no pueden hacer nada” (Juan 15,5).

¿Cómo crecemos en nuestra unión con Cristo? Siguiendo las cuatro prácticas clave a las que se dedicaron los primeros discípulos de Jesús: la oración, la comunión, los sacramentos y formar nuestra mente con las enseñanzas de Cristo (ver Hechos 2, 42). Estas son las cuatro formas principales en las que continuamente renovamos nuestro encuentro con Cristo y crecemos en la intimidad divina.

Cuanto has aprendido de mí, confirmado por numerosos testigos, confíalo a personas que merezcan confianza y que puedan instruir después a otros.

2 Timoteo 2,2

Amistad Auténtica

Al formar discípulos misioneros, no es suficiente transmitir el mensaje del Evangelio y las enseñanzas de la Iglesia. Eso es esencial, pero debemos hacer más. Debemos amar genuinamente a las personas a las que servimos, acompañándolas en la vida e invirtiendo personalmente en ellas a través de una amistad auténtica. Piense n cómo Ignacio invirtió profundamente en Francisco y Pedro: habló con ellos, estuvo con ellos, les dio su tiempo y atención. Tenemos que hacer lo mismo con las personas a las que servimos. Esto ciertamente incluye actividades religiosas, pero también debemos compartir en cada parte de sus vidas excepto en el pecado.

San Ignacio vivió las palabras en 1 Tesalonicenses 2, 8: “Y era tal nuestra preocupación por ustedes, que estábamos dispuestos a darles, no sólo el Evangelio, sino también nuestra propia vida, tan queridos habían llegado a ser para nosotros.”

La inversión personal en las personas a las que servimos es importante, especialmente fuera de entornos formales como el estudio de la Biblia. Un verdadero discípulo misionero llega a conocer a las personas a las que sirve. No espera pasivamente a que la gente venga a él. Él sale con ellos, se interesa por sus intereses, los visita en sus entornos y es un verdadero amigo, no simplemente un líder de grupo. Considera las palabras del Papa Francisco: “Una comunidad evangelizadora se involucra de palabra y obra en la vida cotidiana de las personas… Los evangelizadores toman así el ‘olor de las ovejas’, y las ovejas están dispuestas a escuchar su voz.”(8)

Claridad y Convicción al Caminito de la Evangelización

Piensa en la historia de San Ignacio. Desde el principio, estuvo trabajando con claridad y convicción sobre su misión de evangelización. Invirtió su vida en Francisco y Pedro. Los ayudó a crecer. Desde el principio los buscó como hombres a los que formaría para evangelizar el mundo.

En 2 Timoteo 2,2, Pablo exhorta a Timoteo: “Cuanto has aprendido de mí, confirmado por numerosos testigos, confíalo a personas que merezcan confianza y que puedan instruir después a otros”. No es suficiente enseñar a la gente la vida cristiana; también debemos enseñarles a enseñar a otros la vida cristiana. Los verdaderos discípulos de Jesús no sólo son fieles sino también fructíferos: fructíferos en santidad, fructíferos en misión.

Mientras aspiramos a formar discípulos misioneros, debemos tener tanto claridad como convicción sobre el Caminito de la Evangelización. Primero, ¿tenemos claridad sobre la forma en que Jesús evangelizó, sobre lo que hemos llamado el “Método que el Maestro nos Enseñó”? El método que Jesús modeló no estaba centrado en un gran camino, con una gran plataforma y una gran audiencia. Fue un camino chico. Jesús se dispuso a llevar el Evangelio a todo el mundo invirtiendo profundamente en doce hombres, formándolos en los caminos de su reino y capacitándolos para hacer lo mismo por los demás. Y fue ese enfoque el que transformó el mundo. Segundo, ¿tenemos la convicción de que el ejemplo de Jesús nos enseña la mejor manera de evangelizar? ¿Tenemos la convicción de que si imitamos el modo de evangelizar de Jesús podemos ser más eficaces en nuestra misión y ayudar a transformar nuestro propio mundo hoy en día con el Evangelio de Jesucristo? ¿Tenemos la convicción de priorizar esta misión en nuestra vida, haciendo tiempo para esta tarea urgente y volcando nuestra vida en ella? ¿Tenemos la convicción de que esta misión no es un trabajo o algo extra que hacemos, sino que está en el corazón de nuestra identidad como discípulos de Jesús?

Reflexiona: ¿Cómo puedes comenzar a vivir estos tres hábitos de manera más efectiva?

PONLO EN PRÁCTICA

Si bien este artículo está lleno de muchas ideas inspiradoras, también son desafiantes, no dejes que eso te abrume. No se trata de hacer todo lo que está en este artículo mañana. Sin embargo, es importante que veamos el panorama general al comenzar. ¡Las almas están en juego!

Un primer paso simple es echar un vistazo a la “Tabla de oración y acompañamiento” en la pág. 159 y la guía que sigue a este artículo. Luego, tómate un tiempo para orar y preguntarle al Señor: ¿A quién en tu vida el Señor te está invitando a acompañar mientras lees este artículo? Escribe los nombres de las personas en tu vida en los lugares apropiados de la tabla. Más adelante en otros artículos, aprenderás más sobre como interceder por estas personas y acompañarlas en el camino del discipulado cristiano.

CONCEPTOS CLAVES

Atraer-Formar-Enviar: Una forma sencilla de describir las tres fases generales que la Iglesia identifica en el proceso del camino de alguien como discípulo cristiano, en el que se pasa de la conversión a Cristo (“Atraer”), a la profundización y unión a Cristo y la Iglesia (“Construir”), a salir a evangelizar a los demás (“Enviar”)

FIDCE— Fieles, Disponibles, Contagiosos, Enseñables: Si bien todos los cristianos están llamados a convertirse en discípulos misioneros, aquellos que ya son fieles a Cristo y a la Iglesia, disponibles con su tiempo, contagiosos en su fe y enseñables en su corazón están listos para responder el llamado a la misión con el mayor entusiasmo y eficacia.

Tres Hábitos de los Discípulos Misioneros: Intimidad Divina, Amistad Auténtica, Claridad y Convicción por el Caminito de Evangelización

RECURSOS ADICIONALES

  • Making Missionary Disciples by Curtis Martin
  • SLS18 talk on focusequip.org: The Method Modeled by the Master by Curtis Martin
  • Forming Intentional Disciples: The Path to Knowing and Following Jesus by Sherry Weddell

Notas

(1) Paul VI, Evangelii Nuntiandi, accessed May 25, 2020, Vatican.va, 21.

(2) Ibid., 22.

(3) Ibid., 23.

(4) Congregation for the Clergy, General Direectory for Catechesis, accessed November 5, 2020, Vatican.va, 56.

(5) Paul VI, Evangelii Nuntiandi, accessed May 25, 2020, Vatican.va, 23.

(6) Ibid., 24.

(7) Ibid., 73.

(8) Francis, Evangelii Gaudium, accessed November 4, 2020, Vatican.va, 24.

PRAYER AND ACCOMPANIMENT CHART

The “Prayer and Accompaniment Chart (pg. 159) is a clear and simple tool that you can use as you are investing in others and forming faithful disciples of Jesus who will lead others on mission.

You will see that this tool is divided into the three main categories: Win, Build and Send. In each category, there is empty space for you to write in the names of people you are serving and even to make notes regarding next steps for you to take as you are accompanying them.

But this tool is not just for planning; it is primarily a tool for prayer. You can use this chart to pray for those you are leading, to entrust them to God and to ask him what he desires to do next in their lives. You can find a printable version of this chart at www.focusequip.org, so you can keep this chart in your Bible, your journal or wherever else you will have access to it when you pray. This will allow you to keep your mission rooted in prayer and will remind you to be frequently interceding for those the Lord has entrusted to you.

For more on how to lead others along the journey of missionary discipleship, see the article “Walking With Others in Discipleship” on pg. 212.

For more on how to pray for others, see the article “Intercessory Prayer” on pg. 252.

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