- Lee Efesios 1,3-14.
- Medita las palabras.
- Háblale a Cristo sobre este pasaje.
- Descansa y escucha en la presencia de Dios.
- Comparte con otros.
¿Su misión? Regresar a los conventos carmelitas de España a sus principios fundamentales de pobreza, silencio y penitencia después de años de prácticas espirituales laxas y mundanalidad en toda la orden.
Muchos de los que conocieron a Teresa en sus primeros días en el convento se habrían sorprendido por la reformadora celosa que se había convertido. Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada ingresó en el prestigioso convento carmelita de Ávila a los veintiún años de edad. Bella, inteligente y encantadora, la extrovertida Teresa no se sentía tan cómoda en la tranquila soledad de la capilla, sino que prefería la próspera vida social del salón, donde los visitantes de alto rango social y político frecuentemente entretenían a las hermanas con conversaciones sin sentido, distrayéndolas de sus prácticas espirituales. Teresa luchó a través de sus períodos requeridos de oración, incluso dijo en un momento: “No sé qué penitencia pesada no habría asumido con gusto en lugar de practicar la oración”.
Durante veinte años, Teresa siguió a medias la vida contemplativa de su orden. Pero un día, cuando tenía casi cuarenta años, Teresa experimentó una profunda conversión al ver una estatua de Jesús sufriendo y darse cuenta de “cuán mal [ella] le había agradecido por esas heridas”.(1) Esa experiencia sacudió su vida de oración hasta el corazón, y ella comenzó a buscar una unión más profunda con Jesús con disciplina y amor renovados.
Al ver con nuevos ojos las prácticas tibias de las carmelitas que la rodeaban, Teresa se sintió motivada a inspirar a sus hermanas a volver a comprometerse con la oración diaria en silencio y la penitencia. A pesar de enfrentar mucha oposición, Teresa fundó diecisiete nuevos conventos, y las jóvenes mujeres acudían en masa a ellos. Teresa, una reformadora activa, viajó, escribió y enseñó con frecuencia, pero a lo largo de sus esfuerzos, nunca permitió que su trabajo la apartara de la oración. Descubrió que “la oración y una vida cómoda son incompatibles”.(2)
Reflexiona: ¿Qué te inspira o te convence de la historia de Santa Teresa? ¿Cómo se ha profundizado o cambiado tu vida de oración en los últimos seis meses?
EL ALMA DE TODO APOSTOLADO
Desafortunadamente, a veces estamos tan ocupados con proyectos y actividades al servicio de la obra de Dios que no permitimos que Él sea la verdadera fuente de nuestros esfuerzos misioneros. San Bernardo describe esta dificultad, utilizando las imágenes de depósitos y canales:
Los canales dejan fluir el agua y no retienen ni una gota. Pero el depósito primero se llena, y luego, sin vaciarse, derrama su desbordamiento, que siempre se renueva, sobre los campos que riega. ¡Cuántos hay que se dedican a las obras, que nunca son más que canales, y no retienen nada para sí mismos, sino que permanecen secos tratando de transmitir la gracia vivificante a las almas! Hoy en día tenemos muchos canales en la Iglesia, pero muy pocos depósitos.(4)
Necesitamos estar llenos del amor de Cristo para compartirlo con otras personas. Seguir una vida de misión sin llenarnos primero por la gracia es permitir que nuestros corazones permanezcan secos y sin transformarse. A medida en la que entremos más profundamente en la misión, la tentación será llenar nuestra agenda con reuniones para tomar un café, eventos en nuestra parroquia y otras actividades, dejando cada vez menos tiempo para orar y participar en los sacramentos. Puede ser tentador pensar que estamos siendo evangelistas exitosos de esta manera. Sin embargo, “nunca debemos dejar al Dios de las obras por las obras de Dios”.(5)
PERSIGUIENDO UN SENTIMIENTO
La vida espiritual está llena de altibajos, y encontrarás momentos en los que la oración es difícil, seca o aburrida. Pero la verdad es que Jesús está presente cada vez que oramos, y el éxito de nuestra oración no depende de cuán fuerte “sentimos” su presencia. Ser fiel a Dios cada día en la oración es mucho más importante que cualquier sentimiento de su cercanía que podamos experimentar en la oración.
San Juan de la Cruz describe el deseo de una experiencia emocional de Dios en la oración como “glotonería espiritual”. ¿Qué significa esto? Podemos sentirnos tentados a anhelar consuelos y emociones como prueba de la eficacia de nuestra oración. Hacemos cosas para tratar de despertar ese sentimiento de la cercanía de Dios, y nos frustramos o desanimamos cuando los sentimientos no están presentes. San Juan tiene palabras fuertes para aquellos que buscan tales cosas:
“Piensan que todo el asunto de la oración consiste en buscar satisfacción sensorial. Cuando no obtienen este consuelo sensible, se sienten muy desconsolados y piensan que no han hecho nada. Todo su tiempo lo pasan buscando satisfacción y consuelo espiritual; un minuto están meditando sobre un tema y al otro sobre otro, siempre en busca de alguna gratificación de las cosas de Dios.”(6)
LA LUCHA DE LA ORACIÓN
Busquemos al Dios de las consolaciones y no las consolaciones de Dios.
Cuando ocurren estas dificultades, hay acciones que podemos tomar para superarlas.
Examinar: Un paso importante es examinar nuestra vida y ver si hay algo que nos impide orar bien. ¿Estás durmiendo lo suficiente? ¿Tu horario es una fuente de distracción? ¿Estás eligiendo un momento o un lugar para orar que te impide entrar profundamente en la oración? ¿Apagas tu teléfono durante la oración? ¿Hay algún pecado en tu corazón que estás evitando traer al Señor? Darnos cuenta de las áreas de nuestra vida física y espiritual que pueden ser un obstáculo para nuestra oración puede ayudarnos a hacer los cambios necesarios.
Aceptar la invitación a profundizar: La sequedad en la oración es una invitación a profundizar. Piensa en un niño que apenas está aprendiendo a caminar. Al principio, necesita que sus padres lo tomen de la mano mientras aprende a dar pasos. Eventualmente, el padre comienza a dejarlo ir, permitiendo que el niño camine por sí mismo. En la oración, los consuelos pueden ser como si Dios nos tomara de la mano para ayudarnos a comenzar. Pero a medida que crecemos, Él comienza a soltarnos, no para que caigamos, sino para que podamos aprender a ir más allá en nuestra relación con Él.
Primero, es amar a Dios sin interés.
Perseverar y confiar: Todos los cristianos experimentan dificultades en la oración. Estos no son un signo de que nos somos dignos o de que Dios nos ha abandonado. Confía en que Dios está trabajando, incluso cuando las cosas están secas, y persevera a través de la dificultad. Cuando la oración se vuelve difícil, podemos sentirnos tentados a rendirnos, pero eso es exactamente lo que el enemigo quiere que hagamos. Sigue asistiendo, persevera en tus compromisos de oración y no entres en pánico cuando se ponga difícil. En cambio, regresa al Señor y confía en que Él está obrando.
Buscar ayuda: Otro buen paso para tomar en tiempos de dificultad en la oración es buscar ayuda de un mentor o director espirituales de confianza. Podemos tener la tentación de callar nuestras dificultades en oración para no parecer débiles, pero buscar ayuda es una excelente manera de eliminar los obstáculos y recibir orientación y aliento.
Reflexiona: ¿Estás pasando por alguna de estas dificultades en tu vida de oración? ¿De qué manera el enemigo está tratando de apartarte de la oración? ¿Cuál de estos pasos necesitas tomar para buscar una relación más profunda con Cristo?
PONLO EN ACCIÓN
CONCEPTOS CLAVES
Glotonería espiritual: No debemos perseguir los sentimientos en la oración sino debemos buscar al Señor por lo que es, no por cómo nos hace sentir.
RECURSOS ADICIONALES
- Soul of the Apostolate by Dom Jean-Baptiste Chautard
- CCC 2725 – 2745: The Battle of Prayer“
- The Discernment of Spirits: An Ignatian Guide for Everyday Living by. Fr. Timothy Gallagher
- Introduction to the Devout Life by St. Francis de Sales
- Worshipping a Hidden God by Archbishop Luis M. Martinez
- The Power of Silence Against a Dictatorship of Noise by Robert Cardinal Sarah
Notas
(1) St. Teresa of Avila, The Autobiography of St. Teresa of Avila: The Life of Teresa of Jesus, trans. David Lewis (Rockford, IL: TAN Books, 1997), 65.
(2) St. Teresa of Avila, The Way of Perfection, trans. Kieran Kavanaugh, O.C.D. and Otilio Rodriguez, O.C.D. (Washington, D.C., ICS Publications, 2000), Chapter 4, para. 2.
(3) Jean-Baptiste Chautard, The Soul of the Apostolate (Charlotte, NC: TAN Books, 1946).
(4) Ibid.
(5) Ibid.
(6) St. John of the Cross, Dark Night of the Soul (New York: Image Books, 1959), 175.