Fidelidad a Cristo y a su iglesia

Oración Lectio Divina (Opcional)
  1. Lee Juan 6,53-69.
  2. Medita las palabras.
  3. Háblale a Cristo sobre este pasaje.
  4. Descansa y escucha en la presencia de Dios.
  5. Comparte con otros.
¿Conoces el momento más heroico de San Pedro?

No fue cuando dejó caer sus redes para pescar y siguió a Jesús. No fue cuando reconoció a Jesús como el Mesías y recibió las llaves del reino. Podría decirse que sucedió en una escena menos conocida cuando Jesús enseñó algo controversial que cambio la dirección de su ministerio.

Las multitudes entusiastas habían estado pidiendo a Jesús una señal milagrosa, como el maná que Moisés les dio a los israelitas en el desierto. En respuesta a sus peticiones, Jesús les habló de un alimento que les ofrecería que sería mejor: su propio Cuerpo y Sangre en la Eucaristía. “En verdad les digo que, si no comen la carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre vive de vida eterna, y yo lo resucitaré el último día.” (Juan 6, 53-54).

Pero esta enseñanza sobre la Eucaristía era demasiado para que sus mentes la comprendieran. Muchos en la multitud rechazaron a Jesús en ese momento, diciendo: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?” (Juan 6,52). Incluso sus propios discípulos batallaban para entender: “Este lenguaje es muy duro, ¿quién querrá escucharlo?” (Juan 6,60). Algunos de esos discípulos rechazaron a Jesús y se dejaron de seguirlo ese día.

Dirigiéndose a los Doce Apóstoles, Jesús dijo: “¿Quieren marcharse también ustedes?”

Fue entonces cuando entró en juego el momento heroico de Pedro. Él respondió diciendo: “Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios” (Juan 6,68–69).

Nota que Pedro no dice: “Jesús, te seguiré porque esta enseñanza tiene mucho sentido para mí.” Pedro probablemente estaba tan desconcertado como todos los demás. Pero la diferencia entre Pedro y la multitud es que él confía en Jesús y se queda con él, mientras que los demás se alejan.

Reflexiona: ¿Qué te llama la atención de la respuesta de Pedro? ¿Qué te dice esto acerca de seguir a Jesús?

DIRIGIENDO POR MEDIO DE LA FE

Cuando estamos en una posición de liderazgo cristiano, no le estamos pidiendo a la gente que nos siga a nosotros, sino que sigan al único líder verdadero, Jesucristo. Y eso conlleva una tremenda responsabilidad, porque nuestra enseñanza no es nuestra. Somos anunciadores del Evangelio, “embajadores de Cristo” (2 Corintios 5,20), testigos de la verdad que él nos enseñó. Como representantes de un Rey tan noble, debemos tener cuidado de transmitir fielmente la verdad que Jesús reveló, y nunca, bajo ninguna condición, transmitir ideas que sean contrarias a las enseñanzas de su Iglesia.

Después de todo, Jesús mismo estableció la Iglesia para que las personas a lo largo de los siglos pudieran llegar a conocerlo a él y el plan que tiene para nuestras vidas. Por eso dio autoridad a sus apóstoles para enseñar en su nombre. Él les dijo: “El que los recibe a ustedes, a mí me recibe, y el que me recibe a mí, recibe Aquel que me ha enviado.” (Mt 10,40). Esa misma autoridad fue pasada a los sucesores de los apóstoles, los obispos, a lo largo de los siglos hasta hoy.

Tómate un momento ahora mismo y siente el peso de lo que esto significa: aceptar las enseñanzas de los apóstoles es aceptar a Jesús. En la medida en que rechazamos las enseñanzas de los apóstoles (y sus sucesores), también nos estamos distanciando de Jesús. Por eso es absolutamente importante que los líderes cristianos representen a Jesús fielmente, que guarden el “depósito de la fe,” no transmitan una “fe falsa” basada en nuestras propias opiniones o en los caprichos populares del mundo (2 Tm 3,8), sino la verdadera fe de Jesús y de la Iglesia Católica.

Esto no siempre será fácil. Jesús mismo experimentó regularmente desacuerdos y oposición a sus enseñanzas. Vivimos en un mundo que a menudo no acepta la verdad de Dios sobre la vida humana, el amor, el sexo, el matrimonio, los pobres y la dignidad de cada ser humano sin importar su edad, raza, religión o creencias. Esto nos lleva a una elección: cuando la enseñanza de Cristo es impopular o, peor aún, etiquetada como anticuada, imposible, juzgadora o incluso malvada, ¿defenderemos la verdad? ¿O negaremos a nuestro Señor Jesucristo?

San Pablo nos advirtió sobre tiempos no muy diferentes al nuestro. Hizo hincapié en que lo más importante que pueden hacer los líderes cristianos en una era de confusión doctrinal y moral es ser firmes y estar cimentados en transmitir fielmente la verdad:

Predica la palabra, insiste a tiempo y destiempo… Pues llegará un tiempo cuando los hombres no soportarán la sana doctrina, sino que se buscarán maestros a su gusto, hábiles en captar su atención; cerrarán los oídos a la verdad y se volverán hacia puros cuentos. Por eso debes estar siempre alerta… dedícate a tu trabajo de evangelizado, cumple bien tu ministerio. (2 Timoteo 4,2–5)

En conclusión, no podemos ser “católicos de cafetería.” Cuando comemos en una cafetería, podemos elegir qué comida queremos poner en nuestro plato. Pero no podemos hacer eso con las enseñanzas de Cristo y su Iglesia; no podemos elegir qué enseñanzas católicas queremos seguir y transmitir a otros y cuáles no. Nuestra enseñanza no es nuestra. Representamos a Cristo. Incluso cuando estas enseñanzas nos desafían o cuando el mundo que nos rodea las rechaza, tenemos que ser fieles a Jesús.

Reflexiona: ¿Alguna vez te has considerado un representante de Jesús? ¿Has asumido esa responsabilidad al aceptar las enseñanzas de Jesús y su Iglesia? ¿Cómo has visto que las enseñanzas de Jesús entran en conflicto con las ideas y opiniones del mundo?

DIFICULTADES VS. DUDAS

Pero ¿qué pasa si todavía tenemos algunas preguntas sobre la fe católica, ya sea que esté relacionada con la enseñanza de la Iglesia sobre la Inmaculada Concepción de María, la presencia real de Jesús en la Eucaristía, anticoncepción, el matrimonio entre personas del mismo sexo o el amor preferencial que los cristianos deben tener por los pobres? ¿Podemos seguir siendo seguidores de Jesús, fieles representantes de él y de su Iglesia?

Aquí, necesitamos entender la diferencia entre tener una dificultad entendiendo la fe y tener una duda.

Las dificultades son los desafíos que tenemos para comprender un aspecto particular de la fe católica. Cuando nos enfrentamos a preguntas sobre cierta enseñanza católica, una parte de nosotros se pregunta: “¿Es esto correcto? ¿Podría esto ser cierto? Pero al mismo tiempo, todavía confiamos en Jesús y la Iglesia más que en nosotros mismos, así que estamos dispuestos a aceptarlo. Al igual que Pedro cuando se enfrentó a la alucinante enseñanza de Cristo sobre la Eucaristía, es posible que no entendamos completamente un aspecto de la fe católica, pero aun así creemos en ella porque creemos en Jesús y confiamos en su Iglesia. Si Jesús estuviera delante de nosotros cuando tenemos estas dificultades, nosotros también diríamos: “Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios” (Juan 6,68–69). Como dijo una vez el cardenal San John Henry Newman: “Diez mil dificultades no hacen una sola duda” (CIC 157).

Diez mil dificultades no hacen una sola duda.

  San. John Henry Cardinal Newman 

La duda, sin embargo, es algo diferente. Es una falta de confianza en Jesús y en la Iglesia que él estableció. Cuando alguien duda, se niega a creer, negándose a creer lo que ha sido revelado, como “Tomás el dudoso”, el apóstol que durante una semana se negó a creer en Cristo resucitado, o las multitudes que rechazaron la enseñanza de Jesús sobre la Eucaristía y se alejaron de él. Cuando nos oponemos a las enseñanzas de Jesús transmitidas a través de la Iglesia Católica, socavamos nuestro papel como cristianos. No somos verdaderos embajadores de Jesús. Presentamos nuestras propias ideas como más sabias que las que enseñó Jesús y hacemos mucho daño al engañar a las personas a las que servimos.

Reflexiona: ¿Tienes alguna dificultad o duda? ¿Hay alguna enseñanza de la Iglesia con la que tengas dificultad? ¿Cómo puedes crecer para abrazar esas enseñanzas de todo corazón?

CRECIENDO EN LA FE

Aunque podemos luchar con dificultades, hay un camino a seguir. La fe no es una aceptación ciega de lo que no comprendemos; en cambio, un creyente debe buscar entendimiento. Según el Catecismo: “es inherente a la fe que el creyente desee conocer mejor a aquel en quien ha puesto su fe, y comprender mejor lo que le ha sido revelado; un conocimiento más penetrante suscitará a su vez una fe mayor, cada vez más encendida de amor.” (CIC 158). San Agustín describió bien esto cuando profesó: “creo para comprender y comprendo para creer mejor” (CIC 158). Profundizar nuestra comprensión no limita nuestra libertad, sino que permite que nuestro “sí” sea verdaderamente libre.

Mientras te preparas para servir como líder de Cristo y crecer en tu entendimiento de la fe, una excelente manera de reafirmar y profundizar tu creencia en Jesús y las enseñanzas de la Iglesia es recitar una oración tradicional llamada “Acto de fe”. Ya sea que tengas convicciones sólidas sobre la fe católica o tengas preguntas sobre ciertas enseñanzas, el Acto de fe te ayuda a declarar tu fe en Dios y tu disposición para confiar en que la Iglesia enseña la verdad. Muchos santos y cristianos han encontrado fuerza en hacer un Acto de Fe como este:

Oh, Dios mío, creo firmemente que eres un solo Dios en tres personas divinas, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Creo que tu divino Hijo se hizo hombre y murió por nuestros pecados, y que vendrá a juzgar a vivos y muertos. Creo estas y todas las verdades que enseña la santa Iglesia Católica, porque al revelarlas no se engaña ni nos puede engañar. Amén.

Reflexiona: ¿Te gustaría decir un Acto de Fe ahora mismo como una profesión de fe total en Jesús y su Iglesia?

PONLO EN ACCIÓN

Si actualmente dudas de ciertas enseñanzas de la Iglesia, es hora de platicarlo. Si ya aceptas todas las enseñanzas de Jesús y su Iglesia, tómate un momento y considera algunas de las enseñanzas que no entiendes bien.

Haz dos listas. Para la primera, escribe algunas enseñanzas que no entiendas o te cueste creer. Para la segunda, considera algunas enseñanzas en las que crees, pero que tendrías problemas para explicar a otra persona que estuviera confundida acerca de ellas. Luego, haz un plan. ¿Cómo puedes crecer en tu comprensión de estas enseñanzas?

CONCEPTOS CLAVES

Autoridad apostólica: Jesús dio a sus apóstoles autoridad para enseñar: “Quien les escucha a ustedes, me escucha a mí; quien les rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza a mí, rechaza al que me ha envidado” (Lucas 10,16). Esa misma autoridad fue pasada a los sucesores de los apóstoles, los obispos, a lo largo de los siglos hasta hoy.

Embajadores de Cristo: Como miembros del reino, somos representantes del Rey y debemos dar testimonio fiel de sus enseñanzas (2 Corintios 5,20).

Dificultades vs. Dudas: Las dificultades son los desafíos que tenemos para entender un aspecto particular de la fe católica. Las dudas muestran una falta de confianza en Jesús y en la Iglesia que él estableció.

RECURSOS ADICIONALES

  • Why We’re Catholic by Trent Horn
  • CCC 142–165: “I Believe”
  • CCC 74–95: “The Transmission of Divine Revelation”
  • Fides et Ratio by Pope St. John Paul II
  • SLS20 Talk on focusequip.org: “Leading from a Catholic Worldview” by Helen Alvaré

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