Evangelización encarnada: el arte del acompañamiento

Oración Lectio Divina (Opcional)
  1. Lee Mateo 9,10-13.
  2. Medita las palabras.
  3. Háblale a Cristo sobre este pasaje.
  4. Descansa y escucha en la presencia de Dios.
  5. Comparte con otros.
El Padre Karol Wojtyła vivió tiempos difíciles cuando era joven sacerdote.

Su Polonia natal había sido tomada, primero por los nazis y luego por los comunistas de influencia soviética. Mientras su pueblo luchaba por vivir bajo el régimen comunista, se promulgaron leyes para limitar el trabajo de la Iglesia, especialmente de los sacerdotes. Los jóvenes de la a menudo se encontraban perdidos en medio del caos.

Como buen pastor, el P. Wojtyła salió a su pueblo. No nada más programó charlas en una parroquia y esperó a que la gente acudiera a él; sino que él salió y se involucró en sus vidas. Planeó época excursiones al aire libre que incluían campamentos, caminatas y esquiar. Entró en la vida de los jóvenes que se unieron a él, cómo vivían sus amistades, sus esperanzas, sueños y miedos, sus dificultades en sus relaciones románticas y cómo tomaban decisiones morales. En realidad, compartió la vida con ellos. Cantaban, reían, recitaban y contaban chistes juntos.

Padre Wojtyła fue un maestro del “acompañamiento”, caminando con la gente en medio de sus alegrías y luchas diarias y siendo testigo del amor de Cristo para ellos. Dijo que Dios lo llamó “a vivir con la gente, para estar con ellos en todo, en todo menos en el pecado”.(1) Uno de sus amigos comentó sobre él: “Sentíamos que podíamos discutir cualquier cosa con él; podíamos hablar absolutamente de cualquier cosa”.(2) Otros comentaron que “había dominado el arte de escuchar”, que “siempre estaba interesado” y que “siempre tenía tiempo”.(3) Otro simplemente aseguró: “Vivió nuestros problemas”.(4)

Después de años de servir como sacerdote y de acompañar profundamente a sus amigos, el P. Wojtyła finalmente se convirtió en obispo, luego en cardenal, y luego fue elegido como Papa. Muchos de sus amigos se preguntaban si esta nueva responsabilidad destruiría su amistad. Uno de ellos lamentaba diciendo: “Lo hemos perdido”. 5 Sin embargo, poco después, recibieron una invitación para ir al Vaticano. Cada año, a pesar de su extenuante agenda como Papa, hacía tiempo para ellos en Roma. Apenas unas horas antes de morir, envió un último mensaje a estos mismos viejos amigos. Él amaba y cuidaba a estos hombres y mujeres. Estar con ellos no era parte de su trabajo, un programa en el que estaba trabajando o una tarea por completar. Él amaba genuinamente a estas personas e invirtió su vida en ellas.

Para estar con ellos en todo, en todo menos en el pecado.

Papa San Juan Pablo II
Los hombres y mujeres en quienes el P. Wojtyła invirtió fueron transformados. Algunos se hicieron sacerdotes y religiosos. Otros se comprometieron a la santidad en el matrimonio. Y todos vivieron sus vidas cristianas más fielmente debido a su influencia. Padre Wojtyła, ahora conocido como el Papa San Juan Pablo II, fue un gran evangelista, no sólo como un Papa que predicó a millones de personas en todo el mundo, sino como un hombre que salió e invirtió su vida profundamente en la gente a la que servía en Cracovia.
Reflexiona: ¿Qué te llama la atención sobre la forma en que el Papa San Juan Pablo II evangelizó? ¿Cómo te desafía su ejemplo? ¿Cómo te anima?

EVANGELIZACIÓN ENCARNADA

El Papa San Juan Pablo II evangelizó saliendo, involucrándose en la vida de las personas y compartiendo su propia vida con ellas, una práctica que puede llamarse “evangelización encarnada”.

La evangelización encarnada es el modelo de cómo Dios evangelizó. Dios no se quedó en el cielo esperando que lo encontráramos; entró en nuestro mundo y nos buscó. Bajó del cielo, como humano y se hizo como nosotros en todo menos en el pecado. Entró en nuestro mundo para que nosotros algún día pudiéramos entrar en el suyo. Así nos evangelizó Dios.

Jesús también modeló este concepto a lo largo de su ministerio público. No esperó en una sinagoga a que la gente viniera a Él; Jesús salió y cultivó relaciones con las personas compartiendo comidas con ellos, conversando con ellos, orando con ellos y pasando el tiempo con ellos. Su vida giró en torno a su amistad con la gente: pescadores, líderes judíos, recaudadores de impuestos, prostitutas y pecadores. Jesús nos llama a imitar su forma de evangelizar, a salir al encuentro de los demás como Él lo hizo.

También podemos ver este principio de la evangelización encarnada en la vida de San Pablo. Durante sus viajes misioneros, mientras evangelizaba a la gente en Tesalónica, Grecia, estuvo dispuesto a dar todo de sí mismo para que la gente pudiera aceptar el Evangelio. San Pablo resume esto en 1 Tesalonicenses 2, 8: “Y era tal nuestra preocupación por ustedes, que estábamos dispuestos a darles, no sólo el Evangelio, sino también nuestra propia vida, tan queridos habían llegado a ser para nosotros” No sólo predicó a grandes audiencias y dio charlas. Invirtió en la vida de las personas y las invitó no sólo a escuchar su mensaje, sino también a imitar su forma de vivir — y estamos llamados a hacer lo mismo.

Reflexiona: ¿Cómo se vería el “compartirnos a nosotros mismos”, como San Pablo nos invita a hacer? ¿Cuál crees que sería el resultado si sólo tratáramos de compartir el Evangelio con la gente sin compartir la vida con ellos? ¿Por qué?

VIVIENDO LA EVANGELIZACIÓN ENCARNADA

¿Cómo podemos comenzar a vivir este modelo de evangelización encarnada en nuestras vidas? Hablemos de algunas claves de esta importante práctica misionera.

Corazón Encarnado

Una de las primeras cosas que necesitamos tener para vivir la evangelización encarnada es un “corazón encarnado” — un corazón que anhela, que tiene un gran deseo de salir a las periferias y entrar en la vida de los que no conocen al Señor. La evangelización no puede ser simplemente una obligación. Jesús no eligió entrar en este mundo porque se sintiera obligado a hacerlo o porque era su trabajo. Lo impulsaba el amor: el amor por las almas, el amor por los perdidos, el amor especialmente por aquellos que no tienen a nadie que los ame.

Necesitamos tener este mismo corazón encarnado por los perdidos: un anhelo de ir a ellos, de encontrarlos, de compartir el amor de Cristo con ellos. Como Jesús, nuestro deseo debe ser que “todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tm 2, 4). ¿Nos duele el corazón por las personas que aún no conocen a Dios de una manera profunda y personal? Como Cristo, los verdaderos discípulos desean hacerse amigos de los perdidos, incluso en los momentos más difíciles.

Pero ¿cómo podemos desarrollar un corazón encarnado si aún no lo poseemos? Aquí hay dos sugerencias: Primero, recuerda lo que Dios ha hecho en tu propia vida: cómo te cambió, te sanó y te salvó. Cuando vemos una película que nos gustó mucho o comemos en un buen restaurante, a menudo lo compartimos con la gente. ¿Cuánto más entonces deberíamos compartir la mayor bendición en nuestra vida, el amor de Jesucristo? Como los primeros apóstoles, deberíamos estar diciendo, “ Nosotros no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído” (Hechos 4,20).

En segundo lugar, necesitamos desarrollar una perspectiva eterna, es decir, entender nuestra vida y la vida de los demás a la luz de la eternidad. Al final de los tiempos, toda persona estará en el cielo con Dios o se perderá sin Él para siempre. Esto cambia la forma en la que pensamos sobre nuestra vida diaria. Cuando reconocemos que la vida es corta y que los honores, las comodidades, los placeres y los éxitos mundanos no son nada comparados con conocer a Cristo Jesús (Filipenses 3,8), entonces estamos preparados para ver la evangelización como algo más que un simple deber o una obligación.

Salir

Otra clave para vivir la evangelización de la encarnación con eficacia es que: tenemos que estar dispuestos a salir y encontrarnos con las personas en medio de su vida ordinaria y cotidiana. Necesitamos estar dispuestos a pasar el tiempo donde ellos pasan el tiempo, visitar su casa, ir a sus eventos favoritos, entrar en su mundo. Como exhortó el Papa Francisco, “La palabra de Cristo quiere llegar a todas las personas, en particular a las que viven en las periferias de la existencia. … Estamos llamados a ir, a salir de detrás de nuestras vallas y, con corazones celosos, a llevar a todos la misericordia, la ternura, la amistad de Dios: esta es una tarea que atañe a todos.”6 La evangelización encarnada, por tanto, requiere que salgamos a los marginados, específicamente a aquellos que están perdidos y aún no han aceptado el Evangelio.

El llamado a salir fue el último mandato de Jesús a sus apóstoles. No les dijo que esperaran en Jerusalén a que la gente viniera a ellos, se uniera a sus programas, asistieran a sus reuniones o se inscribiera en sus estudios bíblicos. Les dijo que salieran al mundo: “Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” (Mt 28,19). Al igual que los apóstoles, no debemos esperar en nuestros hogares, la parroquia o el centro de ministerio del campus y esperar que la gente venga a nosotros y nos busque. Debemos salir a ellos. Debemos involucrarnos en sus vidas, interesarnos en sus actividades y estar donde ellos están. El Evangelio no es un Evangelio de “vengan a mí”. Es un evangelio de “ir”. Es un Evangelio que está destinado a salir.

A veces, sin embargo, puede ser tentador conformarse con el cristianismo “Jacuzzi”. ¿Alguna vez te has entrado en un jacuzzi tibio, pasando el tiempo con amigos, no queriendo que llegue el momento en el que tengas que salir y que el aire frío azote tu piel mojada? Algo similar puede suceder en la vida cristiana. Podemos dudar en salir al mundo frío, herido y roto. En cambio, Dios nos llama a salir de nuestro jacuzzi. Él nos llama a salir de nuestra cómoda burbuja católica para invitar a otros a experimentar el mismo gozo que hemos encontrado en Jesucristo.

Incluso los apóstoles enfrentaron esta tentación de permanecer cómodos en vez de salir. En la Transfiguración, Pedro quería construir tiendas de campaña y permanecer en la montaña en lugar de continuar a Jerusalén donde Jesús sufriría. Pero Jesús lo lleva de vuelta debajo de la montaña. Él sabe que Pedro y los apóstoles no pueden simplemente sentarse y permanecer cómodos. Jesús debe continuar su misión hasta la cruz y enseñar a sus discípulos a hacer lo mismo. Salir, por lo tanto, no es simplemente “el modelo FOCUS”; es el camino que todo discípulo de Jesús está llamado a salir en misión.

Acompañar a Personas Fuera de los Entornos Formales

Tercero, después de salir al encuentro de las personas, necesitamos vivir la vida con ellas y acompañarlas. Sobre este punto, el Papa Francisco enfatiza: “Necesitamos una Iglesia capaz de caminar al lado de las personas, de hacer algo más que simplemente escucharlas; una Iglesia que los acompañe en su camino.”7 La evangelización no es simplemente hablar desde un escenario, dirigir un estudio bíblico o un programa de formación en la fe, o reunirse regularmente con otros para una reunión de discipulado. Estamos llamados a compartir nuestras vidas los unos con los otros: comer juntos, pasar el rato los fines de semana, compartir intereses comunes (incluidos los no religiosos) y formar parte de la vida de los demás. Estamos llamados a vivir una amistad auténtica con las personas a las que servimos. A menudo, cuando compartimos la vida con personas fuera de las reuniones formales y los entornos de formación en la fe, las semillas de la fe echan raíces más profundas en sus almas. Todo esto ayuda a compartir el Evangelio e invitar a las personas a un encuentro más profundo con Cristo.

¿Invertiremos personalmente en dar a las personas no sólo el Evangelio sino también nuestras propias vidas? ¿Compartiremos la vida con las personas que Dios ha confiado a nuestro cuidado? ¿Los amaremos lo suficiente como para pasar tiempo con ellos fuera del estudio bíblico o de las sesiones formales de discipulado? ¿O los trataremos como proyectos y simplemente programaremos reuniones?

Deberíamos estar tan dispuestos a involucrarnos en la vida de los demás que incluso nos involucramos en actividades que no son de nuestra preferencia. Si a alguien le encanta caminar, pero preferimos quedarnos en casa, iremos a caminar. Si alguien prefiere hablar y tomar un café, vamos a tomar un café. Tal vez estemos sacrificando nuestro tiempo y energía. Sea lo que sea, debemos esforzarnos por decir con San Pablo: “Me he hecho todo a todos con el fin de salvar, por todos los medios, a algunos.” (1 Corintios 9, 22).

Reflexiona: ¿Cómo necesitas crecer para tener un “corazón encarnado”? ¿Estás saliendo o estás viviendo en el jacuzzi cristiano? ¿Estás dispuesto a “hacerte de todo para todos” por Cristo y el Evangelio?

PONLO EN PRÁCTICA

La evangelización encarnada puede verse muy diferente dependiendo de las personas a las que te diriges. Tómate un tiempo para reflexionar sobre los intereses de las personas en su vida. ¿Qué les gusta? ¿Dónde pasan su tiempo? ¿Qué es importante para ellos? ¿Cómo pudiste entrar en sus vidas?

Luego, tómate un minuto para escribir los nombres de las personas en tu vida. Siéntete libre de usar la Tabla de Oración y Acompañamiento en la pág. 159. Este recurso puede ayudarte a no olvidarte de las personas en tu vida y discernir cómo puedes acercarlas a Cristo. Trata de no pasar por alto a nadie, y luego tómate un poco de tiempo para interceder por aquellas personas a las que Dios podría estar pidiéndote que te acerques. Además, haz una lluvia de ideas sobre las formas en que podrías compartir la vida con estas personas. Hablen de sus ideas juntos y elaboren un plan para comenzar a vivir la evangelización encarnada.

CONCEPTOS CLAVES

La evangelización encarnada es el modelo de cómo Dios evangelizó. Así como Dios entró en nuestro mundo, también nosotros debemos entrar en la vida de otras personas y encontrarlas donde están para llevarles el Evangelio.

Evangelio “Ir” vs. Evangelio “Vengan a mí”: Debemos salir a compartir el Evangelio. No podemos esperar a que otros vengan a nosotros. El Evangelio no es un Evangelio de “vengan a mí” es un Evangelio de “ir”.(8)

Evita el cristianismo de jacuzzi: debemos salir de nuestra cómoda comunidad cristiana y compartir el amor de Dios con el mundo frío, herido y quebrantado.

1 Tesalonicenses 2,8: “Y era tal nuestra preocupación por ustedes, que estábamos dispuestos a darles, no sólo el Evangelio, sino también nuestra propia vida, tan queridos habían llegado a ser para nosotros”.

RECURSOS ADICIONALES

  • Witness to Hope by George Weigel, Ch. 3: “’Call Me Wujek’: To Be a Priest”
  • Evangelii Gaudium, an apostolic exhortation by Pope Francis, Ch. 1: “The Church’s Missionary Transformation”
  • SLS20 talk on focusequip.org: “Authentic Friendship & Incarnational Evangelization” by John Zimmer

Notas:

(1) George Weigel, Witness to Hope (New York: Harper Perennial, 2005), 104.

(2) Ibid, 105.

(3) Ibid, 102, 105.

(4) Ibid, 107.

(5) Ibid, 256.

(6) Francis, “Homily of His Holiness, Pope Francis, at the Piazza del Plebiscito, Naples (March 21, 2015),” accessed March 30, 2020, Vatican.va.

(7) Francis, “Meeting with the Bishops of Brazil, Address of Pope Francis (July 28, 2013),” accessed March 30, 2020, Vatican.va.

(8) See Francis, Evangelii Gaudium, accessed October 2, 2020, Vatican.va, 20.

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