El gran llamado a la misión

Oración Lectio Divina (Opcional)
  1. Lee Mateo 9,35-38.
  2. Medita las palabras.
  3. Háblale a Cristo sobre este pasaje.
  4. Descansa y escucha en la presencia de Dios.
  5. Comparte con otros.
La batalla más importante que pelearás no está en negocios, política o una campaña militar.

Todo tiene que ver con el papel que tomes en la guerra que se ha estado peleando desde el principio de los tiempos. Es la batalla entre Dios y el diablo, el bien y el mal, el cielo y el infierno, ya sea amando a Dios hasta el punto de despreciarse a sí mismo o amarse a sí mismo hasta el punto de despreciar a Dios.(1) Esta es la batalla que se lleva cabo en cada corazón humano, independientemente de si nos damos cuenta o no, y esto tiene consecuencias eternas.

Esta es la pregunta crucial que muchos santos nos invitan a enfrentar. San Ignacio de Loyola, el fundador de los jesuitas y autor de los renombrados Ejercicios Espirituales nos invita a considerar la verdadera batalla espiritual que se desarrolla en nuestro alrededor en cada momento. La famosa “Meditación sobre los dos estandartes” de San Ignacio revela la elección que toda persona de fe debe hacer: ¿Por qué lado de la batalla daré mi vida?(2)

Ponte en escena. Dos comandantes se paran en campos de batalla opuestos y piden a los soldados que los sigan. Por un lado, una multitud alborotada y enojada se acerca alrededor de su general, que está sentado sobre una silla de humo y fuego, de forma aterradora y con un comportamiento aún más horrible. Encarga a sus tropas que se dispersen en el campo, “sin omitir provincias, lugares, estados ni personas”, y que usen sus “redes y cadenas” para alejar a las almas del amor de Dios y lograr que den su vida al placer, las posesiones, el poder y el orgullo.

En el otro extremo del campo de batalla se encuentra otro comandante, hermoso y lleno de amor. Él protege “todos sus siervos y amigos”. Son generosos, valientes y están dispuestos a hacer muchos sacrificios para servir al Señor. Al ver la destrucción y la desesperación que sembraba el ejército rival, Jesús, el “Señor de todo el mundo, elige a muchas personas —apóstoles, discípulos, etc.— y las envía por todo el mundo, difundiendo su sagrada doctrina”(3).

Es un llamado a la misión. Jesús los envía para que traigan las almas a su amor. Él llama a las personas a dar toda su vida por el reino de Dios y por el amor de las almas, almas que, si no hay nadie dispuesto a salir a ellas con el Evangelio, serán llevadas por el enemigo. Nuestro conocimiento de lo que Cristo ha hecho por nosotros y nuestro amor por los demás debe impulsarnos a la acción: ¿Quién dirá “Sí” al llamado de Cristo? Jesús espera bajo su estandarte elevado para ver quién vendrá a Él.

Aquí es donde entras tú. ¿Qué vas a hacer? ¿A qué comandante servirás? ¿Dónde te quedarás? Estas son las preguntas que San Ignacio nos desafía a hacernos. Depende de nosotros elegir qué estandarte y qué ejército reclamaremos como propio.

Reflexiona: ¿Qué te llama la atención en esta meditación? ¿Hacia dónde dirige el Señor tu atención?

UNA INVITACIÓN URGENTE

Esta meditación debe despertar en nosotros la urgencia de compartir el amor de Cristo con los demás. Como cristianos, no creemos en la reencarnación; nadie tiene una “repetición”, una segunda oportunidad de ayudar a las personas en una segunda, tercera o cuarta vida. No, el momento es ahora. Esta generación de cristianos es responsable de esta generación de almas. Hoy en día, la gente sufre todo tipo de pobreza: pobreza material y esclavitud, pobreza social, pobreza psicológica, pobreza de relaciones y pobreza de ser desconocido, no amado y olvidado. Sobre todo, existe una urgencia particular de servir espiritualmente a los necesitados, para llegar a las almas que no conocen a Cristo y no le han entregado sus vidas, almas que pueden estar separadas de Dios para siempre al menos que los cristianos vayan a ellas y compartan la Evangelio.

Podrías estar pensando: “Puedo ver que esta batalla es real. Pero ¿qué tiene que ver conmigo? ¿Qué bien podría hacer yo? La verdad es esta: Jesús te invita a participar en su misión de salvar al mundo. Él tiene personas a las que desea específicamente que encuentres, acompañes y ames. Él no espera que estés perfectamente preparado/a, pero sí te invita a darle tu pequeño y humilde “sí” a su misión.

Puede ser tentador quedarse al margen, creer que “alguien más lo hará” y responder al llamado en nuestro lugar. Pero abstenerse de la batalla no es una decisión neutral. En realidad, cae en la estrategia del ejército del diablo. Él celebra cuando los cristianos eligen no dar su vida para extender el reino de Cristo en la tierra, porque eso significa que hay menos resistencia en el mundo a sus malos caminos y menos heraldos del Evangelio, lo que significa que más almas nunca llegarán a conocer el amor de Cristo y su salvación eterna.

Reflexiona: ¿Qué opinas de este llamado a entrar en la batalla de llevar las almas a Cristo? ¿Te intimida o te inspira? ¿Dónde te ves en esta batalla por la eternidad?

LA INVITACIÓN A LA MISIÓN

La poderosa meditación de Ignacio es un claro llamado a la acción. Las personas están muriendo todos días, y su eternidad pende de un hilo. ¿Cómo pasamos de reconocer este llamado a la misión de Cristo a comenzar a vivirlo en el mundo? El resto de este artículo traza el camino desde aceptar el estandarte de Cristo como propio hasta salir en misión para la salvación de las almas. Este camino se puede dividir en tres elementos: el Mensaje, la Misión y el Método que el Maestro nos enseñó.

El mensaje: El evangelio y Tu historia

Como muestra la meditación de San Ignacio, hay una batalla espiritual a nuestro alrededor, mientras Cristo y su ejército luchan por la salvación de todas las almas. Elegir seguir a Cristo y permanecer bajo su estandarte es el primer paso para entrar en la batalla a su lado. No podemos servirle en esta batalla si no estamos totalmente comprometidos con Él, si no nos rendimos a Él como Señor, si no le permitimos reinar en todos los aspectos de nuestra vida. No podemos servirle en esta batalla si no nos dejamos transformar por el poder salvador de la cruz. Cuando te pongas a pensar en la misión de Cristo, recuerda lo que Dios ha hecho en tu vida y cómo te ha redimido, sanado y renovado.

Reflexiona: ¿Cómo la decisión de seguir a Cristo ha cambiado o moldeado tu vida? ¿Cómo sigues mejorando en el poner a Cristo en el centro de tu vida?

La misión: Discípulos Misioneros

Después de estar bajo el estandarte de Cristo, el próximo paso para entrar en su misión es recibir el llamado. Al igual que la invitación que se encuentra en la meditación de San Ignacio, Jesús les dio a sus discípulos un mandato muy específico en sus últimos momentos en la Tierra. Antes de ascender al cielo, Jesús dijo a sus discípulos: “Me ha sido dada toda autoridad en el Cielo y la tierra. Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Sant, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes. Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia”(Mateo 28,18-20).

Esta es la misión que Jesús confió a la Iglesia, e invita a todos los bautizados a participar en esta obra de evangelización como discípulos misioneros (cf. CIC 831). Como dice el Papa Francisco, “En virtud de su bautismo, todos los miembros del Pueblo de Dios se han convertido en discípulos misioneros (cf. Mt 28,19). Todos los bautizados, cualquiera que sea su posición en la Iglesia o su nivel de instrucción en la fe, son agentes de evangelización.”(4) No está reservado a los sacerdotes y religiosos o eruditos bíblicos y misioneros. Si verdaderamente hemos encontrado a Cristo, ¿cómo no compartirlo con los demás? “[E] s impensable que una persona acoja la Palabra y se entregue al reino sin convertirse en una persona que da testimonio de ella y la proclama a su vez”(5). En la medida en que respondamos a este llamado, almas serán salvadas; en la medida en que no respondamos, las almas se perderán. Nuestra falta de compromiso en la evangelización puede costar la vida eterna de las almas.

Reflexiona: ¿Qué piensas del hecho de que podrías desempeñar un papel invitando a otros a elegir el estandarte de Cristo y recibir la vida eterna con Él? ¿Qué significa para ti que Cristo te encomiende tal misión?

El método que el maestro nos enseñó: El “caminito de la evangelización”

Una vez que hayas elegido servir del lado de Cristo y hayas respondido al llamado a participar en la misión de evangelización de la Iglesia, ¿cómo comienzas a salir y vivir esa realidad? Sólo tenemos que fijarnos en lo que hizo el mismo Jesús a lo largo de su vida terrenal y seguir su ejemplo.

El camino de evangelización de Jesús no fue un camino grande, sino un camino pequeño. Él mismo no viajó por el mundo para predicar el Evangelio a todos en la tierra. Más bien, invirtió profundamente en unos pocos a quienes formó en el Evangelio del reino y los capacitó para salir y hacer lo mismo por los demás. Aunque predicó a las masas en algunas ocasiones, pasó la mayor parte de su tiempo invirtiendo en su pequeño grupo de discípulos. Pasó tres años viviendo con ellos, enseñándoles y mostrándoles cómo predicar, sanar y guiar como Él lo hizo (Mt 4:19, 5:1ff). Luego, los envió a predicar a ellos mismos el Evangelio “hagan que todos los pueblos sean mis discípulos.” (Mt 28,19). El enfoque de Jesús para la evangelización es lo que llamamos el “Caminito de la Evangelización”. Es el enfoque de la evangelización que Jesús modeló para nosotros, el “Método que el Maestro nos enseñó”. Aspiramos a imitar el método de evangelización que ejemplificó el mismo Jesús.

Considera el impacto potencial de este enfoque. Imagínate a una persona que busca una relación profunda y personal con Jesús y que desea que otros lo conozcan. El/Ella comienza a invertir intencionalmente en otros tres que también tienen el deseo de conocer a Jesús. A medida que crecen juntos, cada uno de estos discípulos misioneros comienza a invertir en sus propios amigos (tres, seis o más) que eventualmente hacen lo mismo, formando más y más discípulos misioneros con cada nuevo ciclo de crecimiento.

Los efectos comienzan lentamente: por ejemplo, un discípulo misionero que atrae a otros tres se convierten en cuatro (contándose a sí mismo). Si cada uno de esos tres nuevos discípulos llega a otros tres, el total se convierte en trece. Para propósitos de ilustración, imagínate que todo continuara yendo idealmente bien: después de siete ciclos, el número total podría llegar a casi 1000, y después de 13 ciclos, a más de 500 000. A este ritmo, se podría alcanzar el mundo entero en solo 22 ciclos, ¡eso es dentro de una vida del primer discípulo! Si bien la debilidad y el fracaso humanos siempre estarán presentes en el camino, este modelo, aunque es puramente matemático, ilustra maravillosamente el efecto potencial que una persona puede tener para impactar al mundo.

Pero el punto principal es que no tienes que ser un ponente talentoso, un gurú de las redes sociales con miles de seguidores o la persona más carismática de tu comunidad para convertirte en un discípulo misionero que impacta al mundo. Sólo necesitas invertir en unos pocos, ganándolos para Cristo, formándolos como discípulos fieles y enviándolos a hacer lo mismo. Piensa en esto como el “El Caminito de la Evangelización”: Así como Santa Teresa de Lisieux pudo lograr una gran santidad a través de la humildad, la oración y pequeños actos de gran amor, tú también, invirtiendo humilde y generosamente en unos pocos, puedes dar tremendos frutos al participar en la misión evangelizadora de la Iglesia. Todo lo que se necesita es una vida de amor. Cuando imitamos el modelo de evangelización de Jesús, es más probable que veamos una especie de “multiplicación espiritual”, en la que el Evangelio toca la vida de muchas más personas, es probable que se levanten más discípulos misioneros y muchas más almas puedan ser rescatadas del reinado del maligno y traído al reino de Dios.

Reflexiona: ¿Qué te inspira sobre el “Caminito de la Evangelización” que Jesús nos enseña? ¿Por qué cree que es importante que la evangelización ocurra a través de relaciones y una inversión personal profunda?

EL COSTO DE LA BATALLA

Está claro que las recompensas de esta batalla son grandes, pero tienen un costo. Jesús mismo nos dice en Lucas 9,23: “Si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz de cada día y que me siga”. Seguir a Jesús como discípulos misioneros significará hacer sacrificios, como negarnos a ciertas comodidades y control personal, para que podamos derramar nuestra vida por la conversión de los demás. Experimentaremos el sufrimiento de una manera nueva al lidiar con el rechazo, el desánimo y la desilusión. Tendremos que reorganizar nuestros horarios para tener más tiempo para amar a los demás, para crecer en nuestra propia formación y para dedicar tiempo a la oración. Pero cuando priorizamos la santidad y la misión en nuestras vidas, podemos tener un impacto eterno. Como dijo una vez Santa Catalina de Siena: “¡Si te conviertes en quien debes ser, incendiarás el mundo!”.

Ahora, considerando todo lo que se ha discutido en este artículo, ¿estás dispuesto a seguir adelante? ¿Darás el siguiente paso? ¿Aceptarás este gran Llamado a la Misión?

Reflexiona: ¿Aceptarás el llamado de Jesús para hacer discípulos comprometiéndose a invertir profundamente en unos pocos y enseñándoles a hacer lo mismo?

PONLO EN ACCIÓN

Si deseas avanzar en el camino de convertirte en un discípulo misionero, pon en tu horario un tiempo constante para comenzar a reunirte para una capacitación constante sobre la misión. Usa este tiempo para comenzar a caminar juntos intencionalmente en la misión, incluso mientras continúan compartiendo la vida juntos y creciendo en los hábitos cristianos que han estado formando.

A medida en que entres más profundamente en una vida vivida en misión, ¡revisa este artículo con frecuencia! El Gran Llamado a la Misión no es un evento de una sola vez. Después de que te comprometas a vivir esta misión, lleva este artículo a la oración o discútelo de nuevo regularmente para reavivar tu convicción y recordar el llamado de Jesús para ti.

CONCEPTOS CLAVES

Discípulo misionero: “En virtud de su bautismo, todos los miembros del Pueblo de Dios se han convertido en discípulos misioneros (cf. Mt 28,19). Todos los bautizados, cualquiera que sea su posición en la Iglesia o su nivel de instrucción en la fe, son agentes de evangelización.”(6)

El Caminito de la Evangelización — El Método que el Maestro Nos Enseñó: El camino de evangelización de Jesús no fue un camino grande, sino un camino pequeño. Él mismo no viajó por el mundo para predicar el Evangelio a todos en la tierra. Más bien, acompaño profundamente a unos pocos a quienes formó en el Evangelio del reino y los capacitó para salir y hacer lo mismo. Al hacerlo, impartió tanto fidelidad como fecundidad que transformaron el mundo. Estamos llamados a imitar a Cristo y su método para llegar al mundo.


Notas

(1) St. Augustine, City of God, trans. by Marcus Dods (New York: Modern Library, 1950), XVI.28.

(2) St. Ignatius of Loyola, “Meditation on the Two Standards,” in The Spiritual Exercises of St. Ignatius of Loyola, accessed March 5, 2020, https://www.sacred-texts.com/chr/seil/seil22.htm.

(3) Ibid.

(4) Francis, Evangelii Gaudium, accessed November 3, 2020, Vatican.va, 120.

(5) Paul VI, Evangelii Nuntiandi, accessed March 5, 2020, Vatican.va, 24.

(6) Francis, Evangelii Gaudium, 120.

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