Autoridad moral: y "los tres grandes"

Oración Lectio Divina (Opcional)
  1. Lee Mateo 5,13-16.
  2. Medita las palabras.
  3. Háblale a Cristo sobre este pasaje.
  4. Descansa y escucha en la presencia de Dios.
  5. Comparte con otros.

PRIMERA PARTE: AUTORIDAD MORAL Y LIDERAZGO CRISTIANO

Nota: Este artículo está dividido en dos partes: Autoridad Moral y Liderazgo Cristiano y Autoridad Moral en Acción: Viviendo los 3 Grandes. Está destinado a dividirse en dos (o más) conversaciones.

Aparentemente, había pocas razones para que el mundo supiera sobre Agnes Gonxha Bojaxhiu.

Nació en un hogar de clase media en el Imperio Otomano a principios del siglo XX. Eventualmente se mudó a una de las partes más pobres del mundo y trabajó durante décadas en el anonimato, cuidando a los indigentes y realizando incansablemente trabajos domésticos que nadie más estaba dispuesto a hacer.

Pero lentamente, las noticias sobre su trabajo comenzaron a difundirse. Mujeres de otros países comenzaron a unírsele y los reporteros comenzaron a observar su vida y a escribir sobre su increíble testimonio. Su trabajo se expandió a otros países y personas de todo el mundo querían saber más sobre ella. Con el tiempo, se convirtió en una de las mujeres más influyentes del siglo XX.

En 1979, recibió el Premio Nobel de la Paz. Al aceptar el premio, habló a la multitud sobre las exigencias del amor verdadero, cómo Dios es la verdadera fuente de paz y cómo el aborto es el mayor destructor de la paz en la actualidad. Todos le aplaudieron, a pesar de que en la multitud había muchas personas que no tenían estos ideales cristianos.

En 1982, dio un discurso de graduación en Harvard. Recibió una ovación de pie por sus palabras en la que les dijo a los jóvenes que abracen la castidad y la dignidad de toda vida. ¿Cómo se recibió tan bien un mensaje tan contracultural en una universidad secular como Harvard?

En 1985, las Naciones Unidas la honraron en la celebración de su 40 aniversario y habló ante los líderes más poderosos del mundo.

En su discurso, le dijo a la multitud que eran hijos de Dios y que necesitaban orar porque no podían dar lo que no tenían. Siguieron más aplausos: ¡las Naciones Unidas estaban elogiando un mensaje religioso!

Las acciones hablan más que las palabras; deja que tus palabras enseñen y tus acciones hablen.

San Antonio de Padua

Así lo dijo el General Pérez de Cuéllar, entonces secretario de las Naciones Unidas, al presentarla:

Esta es un salón de palabras. Hace unos días teníamos en esta tribuna a los hombres más poderosos del mundo. Ahora tenemos el privilegio de contar con la mujer más poderosa del mundo. No creo que sea necesario presentarla. Ella no necesita palabras. Ella necesita hechos. … Ella es las Naciones Unidas. Ella es la paz en este mundo.(1)

¿Quién es esta mujer a la que Naciones Unidas llamó “la mujer más poderosa del mundo”? ¿Y qué la hizo tan poderosa? Agnes Gonxha Bojaxhiu ahora se conoce como Santa Madre Teresa de Calcuta. Se convirtió en una de las líderes más influyentes del mundo, no por la riqueza, la fama o cualquier título o posición que tuviera, sino por la forma extraordinaria en que vivió su vida.

Reflexiona: ¿Qué tenía la Madre Teresa que hizo que la gente quisiera seguirla y escuchar lo que tenía que decir? ¿En qué se diferenciaba su tipo de liderazgo e influencia de lo que la gente suele pensar sobre el liderazgo hoy en día?

¿QUÉ ES LA AUTORIDAD MORAL?

Algunas personas influyen en el mundo a través de sus riquezas, fama o puestos de poder. La Madre Teresa, sin embargo, mostró un tipo de autoridad muy diferente, una que es mucho más influyente, modelada por el mismo Cristo. Es el tipo de autoridad a la que cualquier persona común puede aspirar. Ella tenía a lo que le llamamos “autoridad moral”.

La autoridad moral es la capacidad de guiar a otros no por nuestro título o posición, sino por la forma en que vivimos. En el liderazgo, mucho más importante que la personalidad, los talentos, los títulos o las técnicas, es el carácter moral de uno. Jesús no fue un buen líder porque tenía grandes títulos u oficios en el mundo judío del primer siglo. No buscó hacerse un nombre o construir una plataforma. Fue su humildad, su valentía, su amor, su estilo de vida lo que inspiró a miles a seguirlo, y eso dejó una impresión profunda y duradera en más de mil millones de personas en todo el mundo hasta el día de hoy.

El ejemplo de Jesús nos invita a preguntarnos qué tipo de líder queremos ser. ¿Nos esforzamos por vivir una vida excepcional como la de Cristo, por buscar la virtud heroica, por dar a Dios y a las personas en nuestras vidas lo mejor de nosotros mismos, como lo hizo Cristo? Santa Madre Teresa hizo muchos sacrificios y lo dio todo para servir a los más pobres de los pobres en todo el mundo. Sus acciones hablaban mucho más fuerte que sus palabras. Su asombroso testimonio de amor sacrificial inspiró a muchas personas a vivir un poco más como ella y escuchar su mensaje. Esa es la influencia de alguien que tiene autoridad moral.

Reflexiona: ¿Cuándo has sido testigo de la autoridad moral (o la falta de ella) en tu propia vida? ¿Cuáles son los beneficios de liderar con autoridad moral?

Los caminos del Señor no son cómodos, pero tampoco hemos sido creados para la comodidad, sino para cosas grandes, para el bien.

Papa Benedicto XVI

LIDERAZGO CRISTIANO

Todo esto es especialmente cierto para cualquiera que se adentre en el liderazgo cristiano. Debido a que los líderes cristianos representan a un rey noble, deben esforzarse por vivir vidas hermosas y nobles, reflejando lo que Jesús enseñó y participando profundamente en la vida de Cristo. Cuanto más se conformen nuestras vidas a Cristo, guiadas por Cristo, animadas por Cristo, más fructífero será nuestro liderazgo. Como dice San Pablo, “y ahora no vivo yo, es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20).

Nuestro liderazgo, sin embargo, no será efectivo si no estamos firmemente apegados al estilo de vida de Cristo. Es menos probable que inspiremos a otros a la oración diaria, por ejemplo, si nosotros mismos no tenemos una vida de oración diaria. No seremos eficaces en invitar a la gente a seguir a Jesús si nosotros mismos no seguimos sus enseñanzas morales en un área determinada. No podemos dar lo que no tenemos. Aún más peligroso es vivir en contra de las enseñanzas de Cristo, lo que socava por completo nuestro liderazgo. Debemos ir más allá, vivir más allá de todo reproche, para que no quepa duda de si estamos viviendo una vida de integridad moral. Debido a que los líderes cristianos representan a Cristo, se les exigirá un estándar más alto en la forma en la que viven. Según Santiago 3,1, “Los maestros… seremos juzgados con más severidad”.

Seamos claros. La autoridad moral es mucho más que asegurarse de que “practiquemos lo que prediquemos”. Y mucho menos es una táctica para ganarse el respeto mundano. Debemos darnos cuenta de que hay un principio espiritual en acción aquí: en la medida en que estemos viviendo profundamente en Cristo, viviendo de acuerdo a su plan, moral, espiritual y sacramentalmente. — Jesús puede obrar a través de nosotros de maneras asombrosas, en nuestras familias, amistades, lugares de trabajo y misión. Pero si no estamos apegados profundamente a Cristo y viviendo plenamente de acuerdo a su plan, nuestro liderazgo sufrirá. Cristo no obrará a través de nosotros tan poderosamente como los líderes. Nos convertimos más en un obstáculo que en un instrumento para el Espíritu Santo.

Ya sea que nos convirtamos en líderes en nuestros campos, lugares de trabajo, parroquias o en nuestros propios hogares, luchemos por ser líderes con autoridad moral. Como escribió una vez Thomas Dubay: “Una visita de diez minutos a una persona santa nos lleva más profundamente hacia Dios que los diez años que pasamos con una persona mediocre”.(2) Otros dependen de nosotros para vivir bien nuestras vidas. No nos conformemos con ser gente mediocre. Esforcémonos por ser santos.

Reflexiona: ¿Estás viviendo como un fiel representante de Jesús? ¿Tu vida es un testimonio del evangelio? ¿Cómo podrías crecer para ser un testigo más convincente de Cristo? ¿Qué cambio puedes hacer a partir de esta semana?

SEGUNDA PARTE: AUTORIDAD MORAL EN ACCIÓN: VIVIENDO LOS 3 GRANDES

Nota: Este artículo está dividido en dos partes: Autoridad Moral y Liderazgo Cristiano y Autoridad Moral en Acción: Viviendo los 3 Grandes. Está destinado a dividirse en dos (o más) conversaciones.

LOS 3 GRANDES

Hay tres áreas claves que son particularmente importantes para vivir con autoridad moral hoy en día: la castidad, la sobriedad y la excelencia. Vale la pena prestar atención a esto porque es especialmente desafiante vivir estas virtudes en nuestro mundo secular, y cuando caemos en estas áreas, nos volvemos esclavos del pecado. El mundo trata de prometernos que encontraremos lo que estamos buscando en el sexo, las borracheras, drogas, distracciones y las diversiones que nos impiden dar lo mejor de nosotros mismos; sin embargo, en cada una de estas áreas, el Señor desea que vivamos en libertad en lugar de esclavitud y vergüenza. No sólo quiere nuestra libertad, sino que quiere que seamos modelos de esta libertad para los demás. Si no tenemos la intención de vivir como Jesús, vivir sin reproche, en estas tres áreas, nuestra capacidad de amar a los demás y de influir en el mundo para Cristo se verá gravemente socavada.

A medida que nos sumerjamos en cada una de estas tres virtudes, tómate un tiempo para hacer una pausa y compartir después de cada una. No sientas que tienes que compartir sobre los tres en una sola sesión. La información y las preguntas están destinadas a ayudarte a identificar áreas en las que puedes necesitar crecer y discernir cómo el Señor podría invitarte a una sanación y libertad más profundas, para que puedas ser un testigo más auténtico de su vida y amor.

CASTIDAD

La definición de amor es “desear el bien de alguien” (CIC 1766), buscar lo mejor para la otra persona. Las enseñanzas de Jesús sobre la castidad tienen que ver con equiparnos para experimentar y dar este tipo de amor auténtico y duradero, que es el tipo de amor que anhelamos. Sin embargo, nuestra cultura altamente emocional y demasiado romántica tiende a confundir el amor con la lujuria, que se enfoca en uno mismo: en lo que obtengo de la otra persona o cómo puedo usarlo para mi propia gratificación.

Todos los días nos enfrentamos a muchas opciones sobre si amar o usar a los demás, en nuestros pensamientos, en nuestras miradas, en nuestras acciones físicas. Jesús dice en Mateo 5,27–28: “Ustedes han oído que se dijo: “No cometerás adulterio” Pero yo les digo: Quien mira a una mujer con malos deseos, ya cometió adulterio con ella en su corazón”

En estos versículos, Jesús nos muestra que la castidad es mucho más que simplemente evitar las relaciones sexuales fuera del matrimonio. En el fondo, la castidad se trata de tener la capacidad de amar a los demás de la manera en que Dios nos ha llamado a amar: con un corazón y una mente puros, no como esclavos del egoísmo o la lujuria. Hacemos esto de tres maneras importantes.

Primero, debemos vivir la pureza en nuestros pensamientos. En un mundo lleno de imágenes inmodestas, pornografía, sexting, aplicaciones para salir en citas y contenido sexual explícito, debemos hacer todo lo posible para proteger nuestros ojos y mantener la pureza de mente y corazón. Jesús dice en Lucas 6,45: “Así, el hombre bueno saca cosas buenas del tesoro que tiene en su corazón, mientras que el malo, de su fondo malo saca cosas malas. La boca habla de lo que está lleno el corazón”.

Segundo, también necesitamos vivir la castidad en nuestras acciones. El sexo no es sólo un acto físico de placer: la unión física está destinada a expresar una unión profunda y personal entre el esposo y la esposa. Al darse el cuerpo el uno al otro en esta unión intima, los esposos se dan como regalo el uno al otro. El sexo mismo, y las acciones sexuales que conducen al sexo, están destinadas por Dios para el matrimonio. Es por eso que el sexo prematrimonial y cualquier acción física que provoque excitación en ti mismo o en otra persona (ej., tocar partes sexuales del cuerpo, masturbación mutua, sexo oral, etc.) es inmoral fuera del matrimonio, ya que no está orientado hacia un acto de entrega total. La pareja experimenta placeres particularmente asociados a la unión sexual sin un compromiso total con la otra persona.

Incluso dentro del matrimonio, algunos actos sexuales no son castos, no son una entrega total de uno mismo, si no están abiertos a la vida. La anticoncepción, por ejemplo, impide que las parejas se entreguen plenamente porque retienen lo que es más íntimamente suyo, su fertilidad, e intentan tener el placer del acto sexual sin una aceptación total de la otra persona, incluida su fertilidad.

Tercero, para liderar con autoridad moral en términos de castidad, también debemos tener cuidado de no causar escándalo. Para aquellos que no están casados, descansar en la misma cama, quedarte a dormir en la casa de tu novio/novia, o pasar tiempo uno a uno tarde en la noche puede no solo ser una tentación, una ocasión cercana al pecado, sino que puede también dar a los demás una idea equivocada. Para las parejas casadas, pasar demasiado tiempo a solas con alguien del sexo opuesto que no sea su cónyuge puede causar problemas similares. Un líder cristiano no sólo evita hacer el mal, sino que está sujeto a un estándar más alto (Santiago 3,1). Deben vivir sin reproches y evitar hacer cualquier cosa que pueda dar la impresión de un comportamiento inmoral.

Finalmente, buscar la castidad en nuestros pensamientos y en nuestras acciones, incluyendo cómo se pueden percibir nuestras acciones, no se trata sólo de evitar una lista larga de acciones pecaminosas. Se trata verdaderamente de conformarnos a Cristo y aprender a amar a través de un don total de sí mismo, como Cristo lo hace por nosotros. En palabras del Catecismo, cuando “el hombre controla sus pasiones” “encuentra la paz” (CIC 2339). A pesar de lo que el mundo nos dice, que disfrutar de los placeres del sexo cuando lo deseamos es necesario para el amor y la felicidad, una vida de castidad nos permite, en cambio, usar nuestra sexualidad de una manera que nos lleva al amor auténtico, la alegría, la libertad, y la paz que anhelamos.

La castidad es una triunfante afirmación del amor.

San Josemaría Escrivá

Reflexiona: Puede ser útil echar un vistazo honesto de dónde estamos con respecto a la castidad y sacar a la luz los desafíos que enfrentamos. ¿Hay áreas específicas de la sexualidad mencionadas aquí que han sido un desafío para ti? ¿Cómo podría invitarte el Señor a terminar con viejos hábitos, crecer en virtud o buscar sanación?

SOBRIEDAD

La sobriedad es el ejercicio de la virtud de la templanza (dominio propio) cuando se trata de alcohol, drogas y otras sustancias. Cuando se es mayor de edad, no hay nada de malo en beber alcohol con moderación; El primer milagro de Jesús implicó convertir el agua en vino para una boda. Aun así, San Pedro nos advierte que nos mantengamos alerta: “Sean sobrios y estén vigilantes, porque su enemigo, el diablo, ronda como león rugiente buscando a quién devorar” (1 Pedro 5,8).

Algunos podrían preguntarse: “¿Por qué la embriaguez o consumir drogas es un problema tan grande? ¿Qué tiene de malo? Emborracharse o drogarse con drogas como la marihuana afecta nuestra razón y, por lo tanto, se nos dificulta tomar decisiones buenas, libres y deliberadas y vivir de manera virtuosa. Cuando bebemos en exceso, por ejemplo, inhibimos intencionalmente nuestro intelecto y perdemos el control de lo que es más íntimamente nuestro, nuestro libre albedrío, y le damos al diablo la oportunidad de causar estragos, preparándonos para tomar otras malas decisiones que pueden dañarnos a nosotros mismos y a los demás. Como resultado, San Pablo enumera la embriaguez como uno de los pecados que aleja a una persona del reino de Dios (Gal 5,21). Santo Tomás de Aquino hablaba de la embriaguez como un pecado grave porque rompe nuestra relación con Dios.

Al igual que con la castidad, para liderar con autoridad moral en términos de sobriedad, no debemos limitarnos a evitar la embriaguez. También debemos tener cuidado de no causar escándalo al asociarnos demasiado con la embriaguez que se produce a nuestro alrededor. Jesús amó a todos y se acercó a personas de todos los orígenes, incluso a los pecadores. Era conocido por tener comidas con borrachos y prostitutas. Pero nunca leemos acerca de Jesús saliendo con prostitutas en un burdel mientras seducían a sus hombres o bebiendo con borrachos durante sus borracheras en grupo. Nuestra presencia en ciertos entornos puede dar la impresión de que estamos de acuerdo con la actividad pecaminosa o, peor aún, que nosotros mismos participamos en ella. Cuando el Papa San Juan Pablo II explicó una vez el equilibrio adecuado en su propio ministerio de acompañamiento, dijo que Dios lo llamó “a vivir con la gente, en todas partes para estar con ellos, en todo menos en el pecado”.2 Esta debería ser nuestra meta también.

Hay algunas preguntas que puedes hacerte para evaluar tu relación con las drogas o el alcohol: ¿Estoy bebiendo, siendo menor de edad, en violación del mandato de Pablo de respetar la ley (Rom 13,1–7)? En entornos sociales, ¿estoy más centrado en el alcohol que en las personas que me rodean? ¿El alcohol o las drogas están causando otros problemas en mi vida o en mis relaciones? ¿Necesito ayuda adicional para superar una adicción? ¿Mis acciones con respecto al alcohol o las drogas están llevando a otros al pecado? Si respondiste afirmativamente a cualquiera de estas preguntas, entonces podría ser el momento de evaluar tu relación con el alcohol o las drogas y considerar si el Señor podría estar invitándote a una libertad a través de la sobriedad.

Finalmente, la sobriedad te permite ser verdaderamente libre en las áreas más importantes de tu vida. El uso adecuado del alcohol y evitar el consumo de drogas te permite mantener la custodia de tus decisiones y, al mismo tiempo, celebrar adecuadamente las situaciones en las que es costumbre disfrutar del alcohol. La sobriedad no se trata de limitar tu libertad, sino de permitirte abrazar la verdadera libertad y no depender de ninguna sustancia para divertirte, tener amistades o compañerismo con los demás. Cuando nos poseemos por completo y no somos esclavos de las sustancias, podemos entrar más profundamente en las relaciones que más significan para nosotros; nuestras relaciones con Dios, nuestras familias, nuestros amigos y nuestra comunidad.

Reflexiona: Tómate un momento y discute el papel del alcohol y las drogas en tu vida. ¿Luchas por mantenerte sobrio con estas sustancias? ¿Cómo afectan tu vida? ¿Te estás emborrachando, bebes siendo menor de edad o le prestas demasiada atención al alcohol? ¿Cómo estás practicando la virtud de la sobriedad y cómo necesitas crecer todavía?

EXCELENCIA

La excelencia es la capacidad de dar lo mejor de nosotros mismos en nuestra vocación y responsabilidades diarias. La persona comprometida con la excelencia no se conforma con la mediocridad, especialmente en las cosas que más importan en la vida. Para las parejas casadas, esto significa esforzarse por ser el mejor cónyuge o padre que puedan ser. Para los estudiantes, esto significa dar su mejor esfuerzo en sus estudios. En el lugar de trabajo, con cualquier trabajo, tarea o proyecto que se nos encomiende, siempre debemos buscar dar lo mejor de nosotros mismos, dándonos cuenta de que, al final de cuentas, estamos sirviendo a Jesús en estos esfuerzos. Como escribió San Pablo: “Cualquier trabajo que hagan, háganlo de buena gana, pensando que trabajan para el Señor y no para los hombres. Bien saben que el Señor los recompensará dándoles la herencia prometida. Su Señor es Cristo y están a su servicio” (Col 3,23-24).

La búsqueda de la excelencia también nos desafía a reflexionar sobre cómo usamos nuestro tiempo, incluido nuestro tiempo libre. ¿Pasamos mucho tiempo jugando videojuegos, viendo televisión, navegando en las redes sociales, viendo Netflix, en nuestros teléfonos o perdiendo el tiempo en YouTube? Si bien no hay nada de malo en el uso moderado de estos medios, estas formas pasivas de entretenimiento debilitan nuestra voluntad y carácter cuando las usamos constantemente. La cantidad de tiempo que le dedicas a estas actividades afecta en gran medida tu capacidad para dar lo mejor de ti a los demás y hacer grandes cosas con tu vida. Si no practicas intencionalmente el autocontrol en estas áreas, desarrollarás hábitos que te dificultarán dar lo mejor de ti mismo (lo mejor de tu tiempo, atención, amor y sacrificio) a tu trabajo, a tu cónyuge, tus hijos y tus amigos. ¿Estás entrenando tu voluntad para negarte a ti mismo, hacer sacrificios, asumir desafíos y perseverar en tareas difíciles? ¿O estás entrenando tu voluntad para que prefieras entretenerte pasivamente y tu mente para estar constantemente distraída? ¿Llenas más tu mente con lo verdadero, lo bueno y lo bello o con frívolas diversiones e imágenes que te deprimen? ¿Estás configurando intencionalmente parámetros sobre cuánto tiempo pasas en tu teléfono, en las redes sociales o en las pantallas viendo programas? Si no estás practicando intencionalmente un poco de abnegación en estas áreas, es probable que te estés esclavizando gradualmente por ellas.

Como cristianos, debemos buscar la excelencia en cada área de nuestras vidas.

También debemos tener cuidado de no permitir que nuestra búsqueda de la excelencia se convierta en perfeccionismo, que es un sentido distorsionado de la excelencia. A menudo implica tener estándares altos poco realistas, un deseo excesivo de logro y un compromiso excesivo. El perfeccionismo no se origina en la verdadera piedad, en el deseo de dar lo mejor de Dios, sino en la inseguridad: el miedo al fracaso o al rechazo, la necesidad de complacer a los demás, un sentido de autosuficiencia o la creencia de que necesitamos ganar el amor de Dios, que sabemos que no es cierto.

Finalmente, cuando vivimos la excelencia en todas las áreas en las que Dios nos llama a servir: nuestras familias, nuestro trabajo, nuestros estudios, nuestro tiempo libre, nuestro compromiso con la Iglesia y nuestra comunidad, cooperamos con Él para construir el reino de Dios. Estos no son aspectos “extra” de la vida que no afectan nuestra relación con Dios. Más bien, son los escenarios importantes que quiere usar para moldearnos y acercarnos a Él.

Reflexiona: ¿Hay áreas de tu vida en las que estás batallando por vivir la excelencia (vida espiritual, relaciones, familia/vocación, trabajo/ educación, salud)? ¿Estás luchando contra el perfeccionismo? Si es así, ¿por qué? ¿Cómo sería para ti ser excelente en el área en la que más estás batallando en este momento?

PONLO EN ACCIÓN

A menudo, los pecados contra los 3 grandes se convierten en hábitos y, a veces, han sido hábitos en nuestras vidas durante mucho tiempo. Pero Jesús puede triunfar sobre cualquier hábito, herida o adicción. Puede que no venzas estos pecados de la noche a la mañana, pero con Cristo, ¡el crecimiento y la sanación son posibles!

Una vez que hayas identificado las áreas de los 3 grandes que te están frenando de la vida y el liderazgo que Cristo te está llamando a vivir, haz un plan para comenzar a desarrollar hábitos de virtud utilizando los siguientes pasos:

  • Oración y Sacramentos. No podemos vencer nuestros pecados por nosotros mismos. Necesitamos la ayuda de la gracia de Dios para fortalecernos en la virtud y la santidad.
  • Responsabilidad. Para ayudarte a crecer en virtud y erradicar los pecados en las áreas de los 3 grandes, desarrolla un plan para evitar las tentaciones y buscar comportamientos saludables, y luego compártelo con un amigo que pueda apoyarte y ayudarte a seguir tu plan.
  • Buscar ayuda adicional. A veces, nuestra lucha con la castidad, la sobriedad o la excelencia requiere más atención de la que pueden proporcionarnos nuestros amigos. No hay vergüenza en admitir que necesitamos ayuda adicional; considera unirte a un grupo de apoyo o buscar ayuda profesional.

CONCEPTOS CLAVES

Autoridad moral: La capacidad de influir en los demás por la forma en que vivimos, no por el puesto o título que tenemos

Los 3 grandes: Para tener y liderar con autoridad moral en la cultura actual, necesitamos vivir la castidad, la sobriedad y la excelencia.

Moral Authority: The ability to influence others by the way we live, not by the position or title we hold The Big 3: To have and lead with moral authority in today’s culture, we especially need to live out chastity, sobriety and excellence.


RECURSOS ADICIONALES


Notas

(1) Servants of the Pierced Hearts of Jesus and Mary, “Blessed Mother Teresa’s Address to the United Nations on the Occasion of its 40th Anniversary,” Piercedhearts.org, accessed March 4, 2020, https://www.piercedhearts.org/purity_heart_morality/mother_teresa_address_united_nations.htm.

(2) Thomas Dubay, “…And You Are Christ’s”. San Francisco: Ignatius Press, 1987), 121.

(3) George Weigel, Witness to Hope (New York: Harper Perennial

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