Algo más

En el 2005, Tom Brady ganó su tercer Super Bowl. Ya conocido como uno de los mejores mariscales de campo de todos los tiempos, había logrado el objetivo de su vida, ¡tres veces!

Pero en una entrevista, Brady reveló algo sorprendente. Cuando se le preguntó qué pensaba de todo lo que había logrado, esto contesto:

¿Por qué tengo tres anillos de Super Bowl y aún sigo pensando que hay algo mejor para mí? Quiero decir, tal vez mucha gente diría: “Oye, esto es lo que es”. Alcancé mi meta, mi sueño, mi vida. Yo, creo…que tiene que ser más que esto. Quiero decir que esto no es tan bueno como otras personas han dicho que es. Quiero decir que lo logre. Tengo 27 años. ¿Y qué más hay para mí? … Ojalá supiera. Ojalá supiera. Quiero decir, es una parte de mí tratando de salir y experimentar otras cosas. Me encanta jugar fútbol americano y ser mariscal de campo de este equipo, pero, al mismo tiempo, creo que hay muchas otras partes de mí que estoy tratando de encontrar. (1)

La experiencia de Tom Brady nos recuerda la famosa canción de la banda musical U2: “Todavía no he encontrado lo que busco”. Esto es algo con lo que todos podemos relacionarnos. No importa las cosas buenas que podamos experimentar en la vida: un gran grupo de amigos, una buena calificación, un proyecto exitoso en el trabajo, un buen esposo/a, una gran película, nuestro equipo ganando el campeonato o unas merecidas vacaciones, después de un tiempo, descubrimos que ninguna de estas cosas nos satisface plenamente. Todavía anhelamos algo más. A final de cuentas, todos buscan una felicidad profunda y duradera.

En el pasaje bíblico que veremos hoy, Jesús tiene una conversación con una mujer de Samaria. Al ser testigos de su encuentro, descubriremos la respuesta de Jesús a su deseo (y al nuestro) de algo más.

Reflexiona: ¿Alguna vez has logrado o recibido algo que pensaste que te satisfaría y descubriste que no fue así? ¿Cómo respondiste?

DAME DE BEBER (JUAN 4,7-9)

El Evangelio de Juan habla de una mujer que, como muchas personas hoy, buscaba algo más en la vida. Leamos el comienzo de esa historia en Juan 4,7–9:

Llegó, pues, a una ciudad de Samaria, llamada Sicar, cerca del campo que Jacob dio a su hijo José. Ahí estaba el pozo de Jacob, y Jesús, cansado del camino, se sentó junto al pozo. Era como la hora sexta [mediodía].

Vino una mujer de Samaria a sacar agua. Jesús le dijo: “Dame de beber”. Porque sus discípulos se habían ido a la ciudad a comprar alimentos. La mujer samaritana le dijo: “¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?” Porque los judíos no tenían trato con los samaritanos.

Reflexiona: Este pasaje bíblico llama la atención porque Jesús le habla a una mujer de Samaria. ¿Por qué crees que esto es significativo?

El hecho de que Jesús le hablara a esta mujer de Samaria habría sido impactante en el mundo judío del primer siglo. Los judíos y los samaritanos no se llevaban bien. Imagínate una disputa familiar grande y fea, y que trascendió a lo largo de docenas de generaciones y cientos de años. La esencia de la disputa fue esta: los samaritanos y los judíos solían ser parte del único reino de Israel, pero a través de la guerra civil y el exilio, fueron separados. Como resultado, se odiaban y trataban de no interactuar entre ellos. Los samaritanos también se casaron con personas de naciones paganas y comenzaron a adorar dioses paganos (2 Reyes 17,24–31). Como resultado, los judíos los miraban con desdén.

AGUA VIVA (JUAN 4,10-15)

Continuemos la historia en Juan 4,10–15:

“Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva.» Le dice la mujer: «Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua viva? ¿Es que tú eres más que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?»

Jesús le respondió: «Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna.» Le dice la mujer: «Señor, dame de esa agua, para que no tenga más sed y no tenga que venir aquí a sacarla.»”

Reflexiona: Tanto Jesús como la mujer usan la palabra “agua”, pero parecen estar hablando de dos tipos de agua diferentes. ¿Qué tipo de agua busca la mujer? ¿A qué crees que se refiere Jesús cuando habla de “agua viva”?

La mujer busca agua del pozo, es decir, agua ordinaria para beber. Ella está, comprensiblemente, desconcertada acerca de cómo Jesús podría proporcionarle agua del pozo, ya que él “no tiene con qué sacarla, y el pozo es hondo” (Juan 4,11). Ella sospecha un poco de la afirmación de Jesús de poder proporcionarle agua.

Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás.

 

Juan 4,13-14

Sin embargo, a medida que avanza la conversación, su curiosidad aumentaintrigada de que Jesús de alguna manera pueda proporcionarle una fuente de agua inagotable. Ella dice: “Señor, dame de esa agua…”, pero todavía piensa en esta agua como agua para beber del pozo: “… para que no tenga más sed y no tenga que venir aquí a sacarla” (Juan 4,15).

En la Biblia, el agua es un símbolo de vida nueva, vida espiritual y Dios que viene a traer sanación y perdón de los pecados. En Ezequiel 47, por ejemplo, las aguas brotan del templo para dar vida y sanación a los árboles, frutas y peces de todo tipo (Ezequiel 47,7–12). En otros pasajes, Dios mismo es descrito como una fuente de agua viva (Jeremías 2,13; 17,13). Cuando Jesús se describe a sí mismo ofreciendo “agua viva”, se presenta a sí mismo como el agua viva de Dios: el agua que trae vida, sanación y perdón. Jesús es quien sacia nuestra sed más profunda, que nada en este mundo puede satisfacer, sed que a final de cuentas es sólo de Dios.

Reflexiona: Jesús está usando la imagen del agua para describir nuestra profunda sed humana. ¿De qué crees que la gente está sedienta hoy? ¿Y a qué recurre la gente con frecuencia para tratar de satisfacer esta sed?

La gente de hoy está sedienta de significado y propósito. Anhelan ser conocidos. Anhelan aceptación, respeto, amistad y amor. En el fondo, aunque no se den cuenta, desean una felicidad que sólo se puede encontrar en Dios.

Sin embargo, para satisfacer su sed, las personas intentan recurrir a cosas como el éxito, la riqueza, su estatus social o sexo, que nunca podrán brindar una felicidad duradera. Ignoran los anhelos más profundos de sus corazones y se distraen con ruido, actividades, ajetreo y entretenimiento incesantes. Se entretienen con las redes sociales, los espectáculos y las pantallas. Hacen todo lo posible para evitar estar solos en el silencio de sus corazones y la quietud de sus almas. Pero ninguna de estas cosas puede satisfacer la sed más profunda del corazón humano, sólo nos dejan un vacío, una inquietud y anhelo de algo más. Como dijo una vez San Agustín: “Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”(2).

“NO TENGO MARIDO” (JUAN 4,16–19)

Lee Juan 4,16–19:

“Él le dice: «Vete, llama a tu marido y vuelve acá.» Respondió la mujer: «No tengo marido.» Jesús le dice: «Bien has dicho que no tienes marido, porque has tenido cinco maridos y el que ahora tienes no es marido tuyo; en eso has dicho la verdad.» Le dice la mujer: «Señor, veo que eres un profeta”

Reflexiona: ¿Cómo ha estado tratando la mujer de saciar su sed profunda? ¿Cómo le ha ido?

Como algunas personas hoy en día, esta mujer ha estado buscando cumplir sus deseos más profundos, su sed, en una serie de relaciones románticas fallidas. Jesús ya conoce su historia desgarradora de pasar de un hombre a otro; también señala que el hombre con el que está ahora tampoco está verdaderamente comprometido con ella: “El que ahora tienes no es marido tuyo” (Juan 4,18).

Cuando Jesús le cuenta la historia de su vida, la mujer comienza a ver algo más en él. Ella se da cuenta de que Jesús no es un hombre ordinario. Es el profeta enviado por Dios (Deuteronomio 8,15).

Reflexiona: ¿Cómo crees que se sentiría ser esta mujer samaritana? ¿Qué crees que está pensando en este momento en el Evangelio de Juan?

Es probable que esta mujer ya fuera marginada en su comunidad. El hecho de que ella llega al pozo a “la hora sexta” (Jn 4,6), que es el mediodía, según la antigua forma judía de medir el tiempo – es revelador. Este no es el tiempo normal para que las mujeres estén arrastrando sus cántaros al pozo para llenarlos de agua; eso normalmente se haría temprano en la mañana o en la noche cuando está más fresco. En esos momentos, las mujeres del pueblo se reunían y socializaban. El hecho de que esta mujer en particular llegue al pozo al mediodía, en el calor del día, sugiere que ha sido rechazada por su comunidad y que está demasiado avergonzada de salir cuando otros están ahí.

Como resultado de este rechazo, probablemente se sintió muy sola, olvidada y abandonada. Luego, piensa en cómo se podría haber sentido ella si Jesús sacara a la luz su triste vida. Eso podría haber aumentado sus sentimientos de vergüenza, culpa, desesperación e inutilidad.

Pero eso no es lo que sucede. Jesús no la condena. Quiere ofrecerle un nuevo comienzo para su vida. Él señala delicadamente sus deseos mal dirigidos y amorosamente le ofrece una mejor manera. Su punto es este: Dios es el único que puede llenar nuestra necesidad de amor, aunque a menudo buscamos en otras cosas para llenar este vacío. El encuentro de Jesús con la mujer samaritana simboliza esta dinámica. Jesús se revela como aquel que colmará la sed más profunda de nuestro corazón: nuestra sed de Dios.

Al final, la mujer parece sentirse amada y cuidada por Jesús. Ella percibe a Jesús como el gran profeta enviado por Dios (Deuteronomio 18,15). Y, como veremos a continuación, comparte a otros con gozo acerca de Jesús.

DEJANDO EL CÁNTARO ATRÁS (JUAN 4,25–30)

Lee Juan 4,25–30:

“Le dice la mujer: «Sé que va a venir el Mesías, el llamado Cristo. Cuando venga, nos lo explicará todo.» Jesús le dice: «Yo soy, el que te está hablando.» En esto llegaron sus discípulos y se sorprendían de que hablara con una mujer. Pero nadie le dijo: «¿Qué quieres?» o «¿Qué hablas con ella?» La mujer, dejando su cántaro, corrió a la ciudad y dijo a la gente: «Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será el Cristo?»”

Los cristianos a lo largo de los siglos han visto un profundo simbolismo en la mujer que deja su cántaro. Llegó al pozo con su cántaro, con la esperanza de llenarlo con agua del pozo. Ella sale del pozo con algo mucho más grande, habiendo encontrado a Jesucristo, el agua viva que colma nuestra sed más profunda. Dejar su cántaro simboliza que está renunciando a su vida antigua y a su búsqueda en las cosas terrenales para cumplir los deseos de su corazón.

Reflexiona: Ponte en los zapatos de la mujer samaritana. ¿Qué “cántaros de agua” crees que Dios quiere que dejes atrás para hacer más lugar para aquellas cosas que realmente satisfacen tu sed?

Para obtener información adicional sobre este pasaje, consulte el recurso complementario “Antecedentes adicionales” en la página siguiente.

RECURSO COMPLENTARIO

Simbolismo del Pozo (Juan 4,7-9)

En la Biblia, el pozo es un lugar donde muchos de los antiguos líderes de Israel encontraron a sus esposas: Rebeca, la esposa de Isaac (Génesis 24,11); Raquel, esposa de Jacob (Génesis 29,2), y Seforá, esposa de Moisés (Éxodo 2,15). Ahora Jesús se encuentra con una mujer samaritana en el pozo. Sin embargo, en lugar del matrimonio como solemos pensarlo, Jesús está preparando el escenario para una relación con él que es aún más profunda.

Simbolismo de los cinco maridos (Juan 4,16-19)

El hecho de que la mujer haya estado casada con cinco hombres es muy significativo.

Los samaritanos se casaron con cinco naciones extranjeras. Estas naciones introdujeron sus propios dioses; el principal era Baal, que en hebreo puede significar “señor” o incluso “esposo”. Cuando los samaritanos se casaron, también aceptaron estos dioses extranjeros de las naciones paganas que los rodeaban, despreciando su relación con el único Dios verdadero, su verdadero esposo.

A lo largo del Antiguo Testamento, cuando los israelitas adoraban a dioses extranjeros, se consideraba un acto de infidelidad a la alianza. Los profetas incluso lo comparaban con el adulterio. Es una descripción adecuada porque “la relación de Dios con Israel se comparaba con el tipo de unión íntima que existe entre un esposo y una esposa: Dios era el novio e Israel era la novia. La infidelidad de los samaritanos a la alianza y el culto a otros dioses era, según los profetas, semejante a la infidelidad de un cónyuge”(3).

Pero los profetas predijeron que, un día, Dios volvería a Samaria como novio. A pesar de las infidelidades de Samaria, el Señor, el esposo divino, vendría nuevamente a su esposa, le hablaría con amor y la llamaría de nuevo a la relación. Dios predijo esto en el Libro de Oseas: “voy a seducirla; la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón… Yo quitaré de su boca los nombres de los Baales, y no se mentarán más por su nombre. Haré contigo un pacto… Yo te desposaré conmigo para siempre” (Oseas 2,14, 17–20).

Ahora, siglos después, Jesús viene a esta mujer de Samaria y cumple esta profecía. Es el esposo divino que viene a reunir consigo al pueblo samaritano. Dos hechos respaldan esto: Primero, Jesús es explícitamente llamado el “novio” por Juan el Bautista (Juan 3, 29- 30). En segundo lugar, Jesús se encuentra con ella en un pozo, que en las Escrituras tiene un importante simbolismo marital. Ahora Jesús, a quien ya se le llama el “novio”, se encuentra con una mujer samaritana no en un lugar ordinario sino específicamente en un pozo.

Mientras escuchamos su conversación, descubrimos que la mujer samaritana ha tenido una vida desgarradora, una que en realidad encarna la desastrosa historia de su nación. Ha sufrido la miseria de la infidelidad conyugal. Como Samaria, ella había sido una esposa adúltera; ella había estado con cinco hombres diferentes, así como Samaria se había unido a cinco naciones extranjeras y sus prácticas idólatras (2 Reyes 17,29–34). Su vida, por lo tanto, es un ícono de la infidelidad de la alianza de Israel que Oseas había condenado.

Pero ahora, Jesús se acerca tiernamente a ella como el novio divino que busca a la infiel Samaria para atraerla de nuevo a la unión de la alianza, tal como lo profetizó Oseas. Él le habla tiernamente y le extiende su amorosa misericordia. Como esposo siempre fiel, Jesús no la rechaza, sino que la invita a regresar al reino de Dios.(4)

El punto de Dios es este: Él es el único que puede llenar nuestra necesidad de amor, pero seguimos buscando otras cosas para llenar este vacío. Jesús y la mujer samaritana simbolizan esta dinámica. Jesús viene como el verdadero esposo de esta mujer samaritana, el pueblo samaritano y el mundo.


Notas

(1) Tom Brady, “Transcript: Tom Brady, Part 3,” interview by Steve Kroft, 60 Minutes. November 4, 2005. https://www.cbsnews.com/news/transcript-tom-brady-part-3/.

(2) Augustine, Confessions, trans. John K. Ryan (New York: Image, 1960), I.i.1.

(3) Curtis Martin and Edward Sri, The Real Story: Understanding the Big Picture of the Bible (Hebron, KY: Dynamic Catholic, 2012), 139.

(4) Ibid., 141 – 42.

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