- Lee Mateo 9,35-38.
- Medita las palabras.
- Háblale a Cristo sobre este pasaje.
- Descansa y escucha en la presencia de Dios.
- Comparte con otros.
Todo tiene que ver con el papel que tomes en la guerra que se ha estado peleando desde el principio de los tiempos. Es la batalla entre Dios y el diablo, el bien y el mal, el cielo y el infierno, ya sea amando a Dios hasta el punto de despreciarse a sí mismo o amarse a sí mismo hasta el punto de despreciar a Dios.(1) Esta es la batalla que se lleva cabo en cada corazón humano, independientemente de si nos damos cuenta o no, y esto tiene consecuencias eternas.
Esta es la pregunta crucial que muchos santos nos invitan a enfrentar. San Ignacio de Loyola, el fundador de los jesuitas y autor de los renombrados Ejercicios Espirituales nos invita a considerar la verdadera batalla espiritual que se desarrolla en nuestro alrededor en cada momento. La famosa “Meditación sobre los dos estandartes” de San Ignacio revela la elección que toda persona de fe debe hacer: ¿Por qué lado de la batalla daré mi vida?(2)
Ponte en escena. Dos comandantes se paran en campos de batalla opuestos y piden a los soldados que los sigan. Por un lado, una multitud alborotada y enojada se acerca alrededor de su general, que está sentado sobre una silla de humo y fuego, de forma aterradora y con un comportamiento aún más horrible. Encarga a sus tropas que se dispersen en el campo, “sin omitir provincias, lugares, estados ni personas”, y que usen sus “redes y cadenas” para alejar a las almas del amor de Dios y lograr que den su vida al placer, las posesiones, el poder y el orgullo.
En el otro extremo del campo de batalla se encuentra otro comandante, hermoso y lleno de amor. Él protege “todos sus siervos y amigos”. Son generosos, valientes y están dispuestos a hacer muchos sacrificios para servir al Señor. Al ver la destrucción y la desesperación que sembraba el ejército rival, Jesús, el “Señor de todo el mundo, elige a muchas personas —apóstoles, discípulos, etc.— y las envía por todo el mundo, difundiendo su sagrada doctrina”(3).
Aquí es donde entras tú. ¿Qué vas a hacer? ¿A qué comandante servirás? ¿Dónde te quedarás? Estas son las preguntas que San Ignacio nos desafía a hacernos. Depende de nosotros elegir qué estandarte y qué ejército reclamaremos como propio.
Reflexiona: ¿Qué te llama la atención en esta meditación? ¿Hacia dónde dirige el Señor tu atención?
UNA INVITACIÓN URGENTE
Puede ser tentador quedarse al margen, creer que “alguien más lo hará” y responder al llamado en nuestro lugar. Pero abstenerse de la batalla no es una decisión neutral. En realidad, cae en la estrategia del ejército del diablo. Él celebra cuando los cristianos eligen no dar su vida para extender el reino de Cristo en la tierra, porque eso significa que hay menos resistencia en el mundo a sus malos caminos y menos heraldos del Evangelio, lo que significa que más almas nunca llegarán a conocer el amor de Cristo y su salvación eterna.
Reflexiona: ¿Qué opinas de este llamado a entrar en la batalla de llevar las almas a Cristo? ¿Te intimida o te inspira? ¿Dónde te ves en esta batalla por la eternidad?
LA INVITACIÓN A LA MISIÓN
Como muestra la meditación de San Ignacio, hay una batalla espiritual a nuestro alrededor, mientras Cristo y su ejército luchan por la salvación de todas las almas. Elegir seguir a Cristo y permanecer bajo su estandarte es el primer paso para entrar en la batalla a su lado. No podemos servirle en esta batalla si no estamos totalmente comprometidos con Él, si no nos rendimos a Él como Señor, si no le permitimos reinar en todos los aspectos de nuestra vida. No podemos servirle en esta batalla si no nos dejamos transformar por el poder salvador de la cruz. Cuando te pongas a pensar en la misión de Cristo, recuerda lo que Dios ha hecho en tu vida y cómo te ha redimido, sanado y renovado.
Reflexiona: ¿Cómo la decisión de seguir a Cristo ha cambiado o moldeado tu vida? ¿Cómo sigues mejorando en el poner a Cristo en el centro de tu vida?
Después de estar bajo el estandarte de Cristo, el próximo paso para entrar en su misión es recibir el llamado. Al igual que la invitación que se encuentra en la meditación de San Ignacio, Jesús les dio a sus discípulos un mandato muy específico en sus últimos momentos en la Tierra. Antes de ascender al cielo, Jesús dijo a sus discípulos: “Me ha sido dada toda autoridad en el Cielo y la tierra. Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Sant, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes. Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia”(Mateo 28,18-20).
Una vez que hayas elegido servir del lado de Cristo y hayas respondido al llamado a participar en la misión de evangelización de la Iglesia, ¿cómo comienzas a salir y vivir esa realidad? Sólo tenemos que fijarnos en lo que hizo el mismo Jesús a lo largo de su vida terrenal y seguir su ejemplo.
Considera el impacto potencial de este enfoque. Imagínate a una persona que busca una relación profunda y personal con Jesús y que desea que otros lo conozcan. El/Ella comienza a invertir intencionalmente en otros tres que también tienen el deseo de conocer a Jesús. A medida que crecen juntos, cada uno de estos discípulos misioneros comienza a invertir en sus propios amigos (tres, seis o más) que eventualmente hacen lo mismo, formando más y más discípulos misioneros con cada nuevo ciclo de crecimiento.
Pero el punto principal es que no tienes que ser un ponente talentoso, un gurú de las redes sociales con miles de seguidores o la persona más carismática de tu comunidad para convertirte en un discípulo misionero que impacta al mundo. Sólo necesitas invertir en unos pocos, ganándolos para Cristo, formándolos como discípulos fieles y enviándolos a hacer lo mismo. Piensa en esto como el “El Caminito de la Evangelización”: Así como Santa Teresa de Lisieux pudo lograr una gran santidad a través de la humildad, la oración y pequeños actos de gran amor, tú también, invirtiendo humilde y generosamente en unos pocos, puedes dar tremendos frutos al participar en la misión evangelizadora de la Iglesia. Todo lo que se necesita es una vida de amor. Cuando imitamos el modelo de evangelización de Jesús, es más probable que veamos una especie de “multiplicación espiritual”, en la que el Evangelio toca la vida de muchas más personas, es probable que se levanten más discípulos misioneros y muchas más almas puedan ser rescatadas del reinado del maligno y traído al reino de Dios.
Reflexiona: ¿Qué te inspira sobre el “Caminito de la Evangelización” que Jesús nos enseña? ¿Por qué cree que es importante que la evangelización ocurra a través de relaciones y una inversión personal profunda?
EL COSTO DE LA BATALLA
Ahora, considerando todo lo que se ha discutido en este artículo, ¿estás dispuesto a seguir adelante? ¿Darás el siguiente paso? ¿Aceptarás este gran Llamado a la Misión?
PONLO EN ACCIÓN
A medida en que entres más profundamente en una vida vivida en misión, ¡revisa este artículo con frecuencia! El Gran Llamado a la Misión no es un evento de una sola vez. Después de que te comprometas a vivir esta misión, lleva este artículo a la oración o discútelo de nuevo regularmente para reavivar tu convicción y recordar el llamado de Jesús para ti.
CONCEPTOS CLAVES
El Caminito de la Evangelización — El Método que el Maestro Nos Enseñó: El camino de evangelización de Jesús no fue un camino grande, sino un camino pequeño. Él mismo no viajó por el mundo para predicar el Evangelio a todos en la tierra. Más bien, acompaño profundamente a unos pocos a quienes formó en el Evangelio del reino y los capacitó para salir y hacer lo mismo. Al hacerlo, impartió tanto fidelidad como fecundidad que transformaron el mundo. Estamos llamados a imitar a Cristo y su método para llegar al mundo.
Notas
(1) St. Augustine, City of God, trans. by Marcus Dods (New York: Modern Library, 1950), XVI.28.
(2) St. Ignatius of Loyola, “Meditation on the Two Standards,” in The Spiritual Exercises of St. Ignatius of Loyola, accessed March 5, 2020, https://www.sacred-texts.com/chr/seil/seil22.htm.
(3) Ibid.
(4) Francis, Evangelii Gaudium, accessed November 3, 2020, Vatican.va, 120.
(5) Paul VI, Evangelii Nuntiandi, accessed March 5, 2020, Vatican.va, 24.
(6) Francis, Evangelii Gaudium, 120.